Honduras cuenta con un instrumento fundamental para el desarrollo de la agroenergía, al decretar el Congreso Nacional anterior la reforma a la ley sobre los biocombustibles.
Este acto del 9 de enero 2014, aunque ignorado en medio de la cacofonía general de noticias menos positivas, será reconocido como un paso transcendental por varias razones.
La mezcla de bioetanol y biodiésel con combustibles derivados del petróleo es utilizada por muchas naciones. Colombia, relativamente grande en geografía, producción agraria y población, ya alcanzó la meta de mezclar 10% del etanol (E10) con las gasolinas.
Su interés de llegar a 30% de mezcla resalta los múltiples beneficios que genera a esa nación. Los costarricenses, limitados por su menor tamaño agrícola, tienen un mandato E7, pero igualmente visionario.
El biodiésel se afinca mayormente en Asia y Europa, con un potencial creciente en países productores de aceite vegetal como el nuestro.
El horizonte de nuestra ley inicia con una mezcla E10 en las gasolinas, con beneficios en la combustión, un mayor octanaje y la vida del motor.
La decisión de proyectar la mezcla hasta E20 al comienzo de la próxima década fue igualmente una sabia decisión, pues abre un espacio amplio al emprendimiento e inversión en esta agroindustria, que es igualmente aplicable al biodiésel (B20).
Más allá de simplemente sustituir combustibles importados a un costo cercano a L 40,000,000,000 en 2013, el Congreso también eslabonó tres factores determinantes para el progreso nacional: energía, trabajo y desarrollo.
El espíritu y articulado de la ley es una oportunidad histórica para un modelo innovador atinente al sector forestal, al proveer un mercado diferenciado a la biomasa para la generación eléctrica que es seguro, inmediato y sustentable.
Este recurso natural desaparece sin pausa y sus comunidades son repositorio de buena parte de la pobreza nacional. Revertirla pasa por la aplicación efectiva de los planes de manejo, ya bien definidos legal y técnicamente, pero inviables por la baja productividad del productor forestal.
La producción de biocombustibles con la caña y la palma aceitera, cultivos nobles en su capacidad de acumular la energía solar, también es capaz de generar empleo masivo, productivo y sustentable.
En el mejor de los casos, con modelos empresariales que minimicen el desarraigo y estimulen la asociación de los productores. Esto no es impráctico o imposible.
Muchos agronegocios argentinos poseen equipos y trabajan tierras propias por considerarlo de importancia sus inversionistas. Los Grobo es una agroempresa argentina con ganancias cercanas a los L 3,000 millones en la temporada de cultivo de la soya y trigo 2011-12, pero no posee una sola pala, equipo o pedazo de tierra, pues todo lo alquilan con lo que minimizan los costos indirectos.
En esa temporada alquilaron 320,000 hectáreas en Argentina, Brasil y Uruguay aplicando tecnologías modernas en sus cultivos. Los fuertes derechos a la propiedad y leyes de herencia hacen posible este modelo, aplicado en casi 60 % de la tierra agrícola argentina (The Economist, 4 de enero 2014).
El Salvador también tiene grandes agronegocios exitosos que aplican mecanismos similares de administración de tierras. Su limitada extensión territorial y alta densidad poblacional no les limita la actividad productiva a estas empresas, siempre basados en instrumentos legales que garanticen cumplimiento de los acuerdos y, muy determinante, la construcción de buenas relaciones entre las partes.
La estabilidad generada va en favor de los propietarios de la tierra, productores, inversionistas y las comunidades. En suma es un buen negocio para todos. Modelos de esta naturaleza son aplicados en muchos otros países.
Honduras no es Argentina o El Salvador, pero la apertura del mercado de la agroenergía induce a practicar formas innovadoras para la inversión en el agro.
En corto tiempo se puede alcanzar un gran dinamismo agrario y forestal, con fortalecimiento económico y progreso social, si se aprovecha bien las ventajas comparativas para la agroenergía potenciadas por la decisión magistral de nuestro Congreso Nacional anterior.