Lo haré, el próximo noviembre, por la alianza que integran los partidos de oposición, si bien poco me convence el candidato unificado, Salvador Nasralla, peor tras sus recientes declaraciones de que los compromisos firmados previo a la contienda electoral pueden ser modificados o irrespetados luego de ganar. Si tal es la víspera cómo será la celebración.
Estoy claro y consciente, como muchos miles de hondureños, de que nuestro candidato carece de educación política (dije política ––ciencia, estudio, formación, método––, no politiquera partidista, que tampoco posee); que quizás ni distingue (escribí “quizás”), más allá de prejuicios, entre capitalismo, socialismo, socialdemocracia y neoliberalidad, y que por ende o se asesora perfectamente, una vez en el gobierno, o nos lleva a la chingada del desastre y la improvisación.
Que es persona amable, grata y culta, y que es profesional seductor de masas, a las que conquista desde los medios masivos, particularmente el televisivo, y que ronda lo ingenuo y lo torpemente franco, incapaz de lo malo y sin duda de corrupción.
Que su rostro duro es máscara defensiva; que posee inmensas ansiedades de reconocimiento, que necesita como entre vida y muerte la consideración social pero que, por lo mismo, quizás jamás escale los diez mil metros de montaña que conducen a la humildad.
Su ego le hace creer que todo lo que sentencia es cierto, porque así lo cree, faltándole conocer lo que es el desprecio popular cuando descubre que le mienten, incluso en forma involuntaria. Así como el pueblo va a ascenderlo al más alto pináculo puede también que lo haga caer precipitadamente si no aprende a moderar la boca.
Pero como no voy a casarme con él, tales son detalles relativamente menores. Lo esencial es que nos ayude a retirar del poder a Juancito y su viciosa camarilla nacionalista, que rompió el récord Guinness de todos los tiempos en cuanto a corrupción, entreguismo y abuso de poder.
Que tenga cuidado, muchísimo, en atreverse a romper la proclama y promesa de unión interpartidaria, en particular lo que concierne a la convocatoria a la asamblea nacional constituyente pues esa carta no existe en el tarot, allí se corta el naipe, jugada tal no está en el albur ya que a este país se debe reconstruirlo y refundarlo o se despedaza, es donde aparece la mula de Genaro.
Los hondureños vamos a poner todos los huevos en una sola canasta, y ay de la canasta si se dobla o quiebra.
Ya consentimos (disimulamos) que Libre expulse de sus lemas a la palabra revolución y al vocablo socialismo, los hicieron prohibidos; aceptamos que en su más reciente asamblea dejara de hablar del gobierno popular e incluso que ciertos zánganos liberaloides practicaran fraude en sus cercanas elecciones internas, todo por conformar esta singular fusión con aburguesados pretendientes al poder, absolutamente ajenos a ninguna tesis política moderna, carentes de ideología científica e ignorantes del concepto de contienda histórica entre abrumadamente pobres y grotescamente ricos, que el marxismo titula lucha de clases y que no es sino el deseo humano por la justicia cristiana y la equidad.
A todo ello nos sometemos por liquidar a la dictadura potencial que proyecta sus funestas sombras sobre Honduras.
Pero que de allí, de ese logro, nazca otra decepción a partir de 2018 se da un espacio tan árido como las ruinas abismales que siembra un terremoto, que tal habría.
O se sostiene íntegra la plataforma de composición unitaria, que es decir la alianza, o asoma el caos. Votaré conscientemente, sí, pero vigilante de que ni me engañen ni me roben el sueño.