Mi palabra favorita en cualquier idioma es “underdog”, no tiene traducción al español y honestamente eso me alegra. Porque me gusta su caparazón (cómo suena y cómo se escribe) y su significado. Un “underdog” es un ganador inesperado, sucede cuando obtiene la victoria la persona o el equipo más débil, pero tiene que ser verdaderamente inferior a su rival para que sea entendido como tal. Hasta el origen de la palabra tiene su encanto. En las peleas de perros en el siglo XIX, cuando el que estaba debajo, el que estaba perdiendo, ganaba se decía que había un “underdog”. Se opone a “overdog” que es el dispuesto a la victoria.
A todos nos gustan las historia de “underdogs”, personas que de la nada hicieron un imperio, equipos que sin ser poderosos les ganaron a los más grandes, políticos que hicieron lo impensado, personas que vencieron enfermedades y naciones que de los escombros pasaron a la gloria. Son historias que generan mucha empatía y de paso motivan, muy posiblemente porque si la vida fuera un partido de fútbol, los que nacimos en Honduras lo comenzamos perdiendo tres a cero y con un jugador menos. En otras palabras, somos el can que está debajo.
Por ejemplo, ya está muy claro que esta pandemia que vivimos ha venido a desnudar lo que somos. Hay muchas personas que han perdido familiares y otras que se han quedado sin empleo. Los perfiles de Facebook, de WhatsApp, de Instagram se han llenado de imágenes de personas vendiendo cualquier tipo de producto que su imaginación le provea. Es un acto revolucionario de lo más puro. Aparentemente ninguno está dispuesto a dejarse morir en plena crisis sanitaria.
Es incierto lo que pasará con este nuevo mercado virtual e informal que se ha abierto, en este momento están debajo, y como en aquellas otroras peleas de perro espero que haya millones de voces dándoles aliento, apostando (sobre todo) y pujando para que se coloquen encima y ganen la batalla. Hay quienes, de una manera poco comprensible, se lo han tomado como un juego y “critican” (entre comillas porque dudo mucho que haya algo de criterio en sus palabras) las publicaciones que hacen las personas para promocionar sus productos. Sí, ahora “muchos” son comerciantes, porque claro “muchos” están desempleados.
Y si volteamos un poco nuestra cabeza y observamos a nuestro alrededor veremos que hay millones de personas con una notable desventaja en la vida. No haber leído más de 10 libros en la vida es una más que notable desventaja, es más diría que no haber leído más de 100, no haber recibido calidad de educación, ser fácilmente manipulable, no creer en uno mismo ni en sus proyectos también son desventajas. Pero ninguna de estas sirve como un pretexto o una excusa.
Sí, nacimos muy posiblemente con el marcador en contra, con un jugador menos y en nuestro equipo no hay estrellas, tal vez ya nadie nos trata de dar aliento, pero esa no es excusa para rendirse. Son solo factores que ninguno posiblemente ha controlado.
Quiero cerrar parafraseando los primeros dos versos del tercer y último cuarteto del poema de 1928 de Robert Frost: nosotros somos unos pobres “underdogs”, pero ladraremos esta noche. Tenemos como sociedad una oportunidad brillante para ser un día la portada más esperanzadora de las revistas más importantes del mundo, pero no lo olvidemos, perdemos tres a cero, ya jugamos el segundo tiempo y no hay revancha