Columnistas

Severa crisis liberal

La expulsión de 17 diputados por el Tribunal Disciplinario ahonda más la proverbial desunión partidaria, con antecedentes previos, lejanos y recientes, aún cuando ha estado en el poder.

Durante la administración Villeda se manifestó el divisionismo en torno a la candidatura presidencial en las elecciones de 1963, mismas que fueron impedidas por el golpe de Estado de octubre, el más sangriento en nuestra historia. Los diputados liberales recibieron grandes presiones de todos lados para aceptar la situación, incluidas las del embajador Burrows. El mismo Villeda Morales se unió al coro de servilismo, arguyendo que los diputados deberían “asumir una actitud viril y enérgica y defender los intereses de la democracia y del país” (Darío Euraque. “El capitalismo de San Pedro Sula y la historia política hondureña”, 1870-1972, p. 230). Solamente siete congresistas liberales: Rodolfo Pastor Zelaya, Carlos Roberto Reina, Felipe Elvir Rojas, Enrique Rodríguez Zúniga, Leonardo Godoy Castillo, Simona Paredes, Armando Elvir Cerrato, se retiraron de la Asamblea Constituyente, transformada en Congreso Ordinario, tras redactar la Constitución de 1965, negándose a acuerpar la iniciativa de elegir al jefe de Estado como Presidente. Con la actitud adoptada por la mayoría de los parlamentarios liberales electores en los comicios vergonzosos, conocidos internacionalmente como “elecciones estilo Honduras”, y que se repetirían con las elecciones de municipalidades, se precipitó una nueva crisis en el liberalismo, especialmente a nivel de su alta dirigencia... Si para 1966, el nuevo Consejo Central Ejecutivo emitió pronunciamiento ubicando al liberalismo en la “izquierda democrática”, decisión ratificada por la Convención de 1968, el sector reformista liberal, integrado por Carlos Roberto y Jorge Arturo Reina, Jaime Rosenthal, Edmond L. Bográn, Rodolfo Pastor Zelaya, entre otros, temporalmente prevaleció sobre el conservador representado por Modesto Rodas Alvarado, Andrés Alvarado Puerto, Roberto Suazo Córdova, Óscar Flores, José Ángel Ulloa, Roque J. Rivera. Dos posiciones antagónicas, ideológicamente, se enfrentaban: una representó el proyecto modernizador de sectores empresariales costeños, la otra los intereses terratenientes del centro-sur de Honduras. Para las elecciones de 1971, el candidato liberal Jorge Bueso Arias fue derrotado por el nacionalista Ramón E. Cruz. Su derrota fue influida por la orden de Rodas Alvarado a sus seguidores de abstenerse de votar a favor del primero. Hoy, no solo el Estado ha sido capturado por grupos fácticos, poseedores de poder, dinero, influencia nacional e internacional, también los partidos políticos. La advertencia de Mario Membreño Cedillo escrita el 2008 se hizo realidad: “Los partidos políticos corren el peligro de perpetuar una acción política cada vez más ajena a los intereses ciudadanos, cada vez más cercana a los intereses de grupos de poder financiero.” (“Honduras: sistema político, valores y ética”, p. 65). El “lado obscuro” cuestionado por el Consejo Central Ejecutivo. El primero plegado, obedientemente, al histórico adversario político, disfrutando de prebendas, contratos, granjerías, aferrado al status quo, rentable para sus intereses, pero no para los de sus simpatizantes, manipulados a conveniencia.