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Refundación de la economía: utopía o distopía (2/3)

El antónimo de utopía es la distopía. Implica lo contrario a un futuro provisorio y feliz. Existe una larga historia propia de las utopías y de las distopías. En Literatura, son famosas las novelas distópicas como “Mundo feliz”, de Aldo Huxley; “1984” y “La granja de los animales”, de George Orwell; “Fahreinheit 451”, de Ray Bradbury (en la que el punto central es la quema masiva de libros prohibidos por el gobierno); y así, otros tantos que describen un mundo en pobreza, opresión, guerra y decadencia.

Por ejemplo, los ideales de la revolución francesa que instauraron el sistema capitalista aún no se han logrado plenamente. Principios universales como Libertad, Igualdad y Fraternidad parecen utopías pero, eso no significa -para nada- que haya que considerarlos imposibles. Imposible es renunciar a las utopías cuando la realidad se torna insoportable y es intolerable el conformismo.

En cada región o país se continúa luchando por ellos. La búsqueda de un mundo feliz es una constante y debemos compaginarla con el otro principio universal de que “lo único constante es el cambio”.

Más allá de eso, también debemos evitar a toda costa que gente manipuladora pretenda imponernos lo planteado por Giusseppe Di Lampeduza (il gattopardo) de que “hay que hacer cambios para que todo siga igual”.

Obviamente las utopías no deben servir para engañar. Tengamos precaución con “utopías” perversas que únicamente merecen ser la crónica de distopías anunciadas.

En privilegiada plática en Panamá con el maestro guatemalteco, gran centroamericano, Edelberto Torres Rivas (1930-2018), aprendí que los correlatos contemporáneos de la revolución francesa y otras revoluciones burguesas son Libertad con mercado, Igualdad con democracia y Fraternidad con Estado. Releyendo obras del maestro y estudios propios a lo largo de los años, podría decir que países como Honduras y otros, realmente necesitan una refundación, pero auténtica y realista, que nos lleve a agotar primero el verdadero capitalismo para pensar en la posibilidad de cambios socialistas. No es postergar, es hacerlo a su debido tiempo. No solo es cuestión de ganar una elección.

Una gran equivocación de Karl Marx (1818-1883) fue asumir que “el motor de la historia es la lucha de clases”. Las sociedades y naciones han evolucionado de una manera más compleja, girando también sobre otros ejes; no solo es cuestión de dueños y obreros de fábricas. El sistema económico es más complejo.

Existen muy pocos “proletarios” en una economía de capitalismo subdesarrollado como Honduras con tanto grado de informalidad. Entonces, refundar implicaría lograr un verdadero nivel de desarrollo de las fuerzas productivas para pensar en un cambio de sistema.

El propio Marx acertó: “los cambios de modo de producción van de acuerdo al desarrollo de las fuerzas productivas”. Insuficiente el voluntarismo humano. El progreso técnico determina que sean variados los “motores” de la historia y sobreabundan tipos de combustible, bielas, válvulas, cilindrajes sociales y otras analogías explicativas del presente y futuro.

Torres Rivas lo remarca: “La insuficiencia en el desarrollo capitalista provoca que los gobiernos democráticos tengan un bajo apego a las leyes y el orden constitucional”.

El escritor Andrés Oppenheimer preguntó a funcionarios chinos: “¿ Qué ha quedado del comunismo en China?”. La respuesta fue: “Seguimos siendo comunistas. Lo que ocurre es que el Comunismo es un ideal a largo plazo, que puede tardar doscientos o trescientos años en alcanzarse”. Y le agregaron: “El comunismo debe darse en una sociedad que ya alcanzó el bienestar material”.