Si hay una palabra que me ha captada la atención en estos días es la palabra “populismo”. La he escuchado por todos lados. Pero no es la palabra en sí que me llama la atención, sino las reacciones que produce en las personas: en algunas, sospechas; en otras, cautela o preocupación, e incluso, temor. Por eso me he dado a la tarea de estudiar el fenómeno y explicarlo en el contexto actual hondureño.Primero, un poco de historia.
El populismo es un producto de exportación latinoamericano, nace en la Argentina de Juan Perón allá por la década de los cuarenta del siglo pasado. Para el sociólogo ecuatoriano Carlos de la Torre, el populismo inicialmente fue una adaptación del fascismo a los tiempos democráticos. Pero en contraste con el fascismo que elimina las elecciones, el voto se convierte en el único instrumento de legitimidad para obtener el poder por los populistas.
He ahí la razón de continuamente estar consultando a la población, sin realmente llegar a cambios en la calidad de vida de las personas, sino asegurar el poder. Es por esa razón que el populismo hay que entenderlo sobre todo como una estrategia para obtener y ejercer el poder, no como una ideología de derecha o de izquierda.Segundo, ¿cómo se expresa el populismo?
El populismo reconoce que las democracias de hoy no permiten la participación plena de la población. Por ello se necesita romper con las instituciones excluyentes para devolverle el poder a la gente. He ahí el atractivo del populismo. Como el periodista venezolano Moisés Naím bien lo explica, los populistas pintan la imagen de un terreno político claramente dividido en dos bandos: la élite corrupta y egoísta y el pueblo-pueblo traicionado y agraviado.
Los líderes populistas aseguran que encarnan la voluntad popular y defienden su causa contra la élite corrupta. Pero al pretender reducir las complejidades de nuestras sociedades a una lucha entre dos grupos antagónicos, en donde una parte de la población afirma representar a la población como un todo, hace al populismo fácilmente caer en el autoritarismo.
Tercero, los riesgos del populismo en el contexto hondureño. Honduras ha tenido gobernantes con discursos y políticas populistas en diferentes momentos. Pero el actual momento difiere del resto por una simple razón, tal como las mediciones de The Economist lo demuestran, los 12 años del Partido Nacional llevó a Honduras de una democracia disfuncional a un régimen híbrido.
Durante este período, las políticas de confrontación y polarización llevaron a una reducción de los espacios de diálogo y compromiso, la política se convirtió en una lucha entre enemigos, y aquellos que buscaron mantenerse en el medio fueron castigados por no tomar bandos.
Este debilitamiento democrático parece ser irreversible sin un sistema judicial independiente y un tejido social articulado. Por el momento, lo único que hace falta en Honduras es el líder populista que explote el momento.