Columnistas

Post independencia: continuidades y cambios

Con la emancipación política del imperio hispano surgieron viejos problemas y nuevos desafíos para la República Federal de Centro América o Provincias Unidas del Centro de América. Tal como asegura la historiadora Yesenia Martínez: “No podemos asegurar que el 15 de septiembre de 1821 fue el momento que finaliza la administración colonial de España (...). Lo que se da es un proceso de transición a la historia moderna y contemporánea. Honduras es uno de los países con un lento proyecto en la búsqueda de esa libertad que se proclamó en 1821” (EL HERALDO, 15 septiembre 2021, p. 8).

La estructura social y económica permaneció inalterable, con el gran latifundio ganadero, la hacienda, como fuente de riqueza, poder y prestigio para la élite criolla. Las relaciones de subordinación entre los propietarios, generalmente residente en las ciudades y la mano de obra constituida por los peones, prosiguieron. No ocurrió distribución de tierras a favor de los de abajo, en tanto, las tierras comunales indígenas quedaron expuestas a su gradual desaparición, al igual que los bienes de “manos muertas” eclesiales, al tenor de las doctrinas económicas liberales, con su énfasis en la propiedad privada de los medios de producción.

Consecuentemente, no ocurrió el crecimiento de un mercado interno y de las fuerzas productivas. Ocurrieron cambios de carácter jurídico: de vasallos y súbditos las nuevas legislaciones crearon el concepto de ciudadanos, teóricamente iguales ante la ley. También se dio algún grado de movilidad social que permitió a ciertos mestizos y mulatos escalar posiciones anteriormente no permitidas, casos de Rafael Carrera en Guatemala, Francisco Ferrera en Honduras, ambos transformándose en caudillos políticos y militares, el primero, llegando a ser, al convertirse en presidente perpetuo, el árbitro de los destinos regionales; el segundo, su incondicional aliado.

El Ejecutivo dominó a los otros dos poderes estatales, subordinándolos a su voluntad. La inestabilidad política resultante fue consecuencia de las rivalidades políticas entre las élites liberales y conservadores, las primeros buscando modernizar por la vía capitalista la economía, sociedad, educación; los segundos, empeñados en preservar el antiguo régimen patriarcal del cual se lucraban. Morazán fue el más preclaro dirigente de la primera tendencia. Dos visiones antagónicas del mundo y de la vida.

La primera generación post independencia se dividió en bandos enfrentados. Los ejércitos, consumiendo cantidades apreciables de los presupuestos republicano y estatales cobraron creciente influencia en la vida política. Un significativo porcentaje de la clase gobernante llegó a estar constituida por militares, accediendo a posiciones cimeras vía electoral o mediante las armas.

Las élites tradicionales presenciaron el ingreso de extranjeros provenientes del Viejo Mundo que mediante el comercio y matrimonio, eventualmente ingresaron a las oligarquías criollas. Fue hasta la década de los 1870, cuando Europa Occidental consolidó sus revoluciones industriales y buscó en el resto del planeta mercados e inversiones que llegaron a implementarse cambios significativos en el istmo, con mayor profundidad y repercusiones en Guatemala y El Salvador, con la transformación bautizada como Reforma Liberal.