Columnistas

Honduras ha entrado en la incertidumbre brutal, viendo con espanto la evolución de la pandemia detrás de una puerta, confinados en sus casas y sujetados por el estado de alarma mundial. El sistema de salud hace esfuerzos casi sobrenaturales, las buenas acciones y gestos de solidaridad de los que estamos siendo testigos en esta crisis sanitaria, ha sacado lo mejor y lo peor que tiene el ser humano.

Empezamos a ver cosas ya pronosticadas; como que se aproveche la situación para robar directamente, noticias falsas que marean a la población, por último, los que se lucran prometiendo falsos remedios para la enfermedad y que se haga un mercado negro con la calamidad que termina siendo más nocivo y obscuro que el virus que invade, de forma prolongada,un país como el nuestro que da tumbos en medio de una emergencia desbaratada con la velocidad de un estornudo.

¡Y como no hacerlo!; si tenemos un andamiaje de salubridad corroído de derecha a izquierda por gobernantes y élites que se han servido para remediar sus ambiciones desmedidas con sobredosis de poder y corrupción, que hoy no pueden asumir con la mayor seriedad los daños colaterales, ni justificar la incapacidad de las instituciones incapaces de planificar alternativas ante el brote que aumenta cada hora, mientras ustedes se acomodan las corbatas frente a cadenas nacionalespara verse en el espejo de la derrota.

Pero del otro lado de la moneda tenemos profesionales con ética y fortaleza de la sanidad pública dando lo mejor de ellos, entregándose en cuerpo y alma por ayudar sin descanso, estudiantes que aún no son médicos ofreciéndose para ayudar, gente saliendo a las ventanas para aplaudir a nuestros héroes cotidianos, empresarios que han cedido a recursos y han apoyado con poco o mucho, para darle una mano a la gente ya desesperada sin alimentos.

Pero el escenario más complejo será cuando todo esto acabe; pasará más pronto que tarde y allí empezaremos la verdadera pesadilla para reacomodar el caos social y económico con una recesión financiera sin precedentes.

Para evitar un colapso mayor de la economía, habrá que llamar a la solidaridad de los países de los organismos financieros, porque los costos humanos de la pandemia del coronavirus ya son inconmensurables y todos los países deben trabajar juntos para proteger a las personas y limitar el daño económico que se avecina en los nubarrones de la crisis, que se podría aliviar con una moratoria en el pago de la deuda oficial e instando la aplicación de reformas que ayuden a acortar el tiempo de recuperación, acceso a nuevos préstamos que no vayan acompañados de exigencias de austeridad, además de crear férreas medidas contra la corrupción y avanzar rápidamente para impulsar el gasto en salud, además, fortalecer la seguridad social, apoyar al sector privado y contrarrestar la interrupción del mercado financiero.

Tenemos que convocar a toda América Latina a unirse para sortear la crisis que viene, porque es una de las regiones más impactadas económicamente por el Covid-19, por lo tanto, hay que dejar los espejismos baratos de la política rupestre, y que salgan de las cuevas los legisladores y políticos a plantear con fuerza y certeza un intensivo programa de fomento al mercado interno, a impulsar las actividades que permitan fortalecer tanto el consumo como la producción nacional e incentivar las alianzas entre los países de la región, acompañado de una estrategia de recuperación de apoyo fiscal del gobierno con el claro objetivo debe mitigar el impacto económico y sanitario de la pandemia, pero sobre todo, proteger a los más pobres y vulnerables.

Una cruda realidad nos espera, el Estado no debe dejarnos en aislamiento social buscando reducir la responsabilidad, si lo hace nuevamente, estaremos confinados con el más mortal virus de la miseria humana y tendremos que cerrar el país para siempre.