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A los deberes propios de sus cargos, los comisionados del Registro Nacional de las Personas ya agregan otro: crear confianza. No es que les sea indispensable, pero les será de gran utilidad en la consecución de objetivos institucionales y personales también. Aunque no busquen el reconocimiento, ningún servidor público debiera esperarlo, el no ser cuestionada su transparencia en el RNP y sus procesos, hará más amable su existencia. El qué dirán, puede disuadir a funcionarios públicos de tomar las decisiones, las necesarias. Y pasan por sus puestos sin pena ni gloria. Ser funcionario público eficiente, con sentido de urgencia y honesto, ha sido hoy como ayer, algo original. De unos pocos. No lo de honestos, porque la mayoría lo son. Los que no lo son, han sido unos contados pero efectivos como miles en desprestigiar el servicio público. Lo estamos viviendo y con sus consecuencias. Es la realidad. A los comisionados del RNP les toca ser de aquellos originales. Les toca ser y lo están siendo. Las inconsistencias y otras irregularidades ciertas o supuestas, en lo que va del enrolamiento, tendrán que encausarse en lo prescrito en los reglamentos correspondientes y habrán de resolverse. Para eso es esta etapa de la identificación ciudadana. Es de entender que los pocos nos volvieron suspicaces. Y eso tienen que comprenderlo los comisionados, obligados para generar credibilidad. Porque la población requiere creer en sus instituciones y más el Registro Nacional de las Personas, fundamental en la construcción y consolidación de ciudadanía. La crisis axiológica que atraviesa la nación, como cualquier otra de nuestras crisis de la actual coyuntura, exige mostrar sin descanso que hacen lo correcto. Que quienes por celo legítimo o por aviesos intereses les cuestionan, no logren inocular la duda. Es necesaria que la labor de estos comisionados del Registro Nacional de las Personas sea histórica. Lo están haciendo. Así lo creemos, mientras no se demuestre lo contrario.