Columnistas

Los intelectuales y la política

Recién murió Enrique Dussel (1934-2023), intelectual argentino que fue obligado a exilarse en México por la última dictadura militar de su país (1976-1983). Dussel, dicho por sus biógrafos, es un crítico del concepto de modernidad, señalándolo como un proceso mediante el cual se fue configurando como un proyecto europeo.

Advertía que el proyecto se postuló en el marco de una centralidad que iría a justificar las prácticas colonialistas. Es lo que algunos llaman eurocentrismo, que se aplica a un enfoque historiográfico que considera a Europa como el centro y motor de la civilización universal. En este sentido, según el concepto aludido, Europa es el centro y América Latina, África y Asia son la periferia.

En la lógica de esta visión, si los países de la periferia buscan salir del atraso deben seguir el modelo europeo. Lo planteado por Dussel de ninguna manera niega el papel de la historia en el desarrollo, es más, debe considerarse a la hora de estudiar las sociedades, pero entendiendo que hay diversas experiencias de desarrollo.

El eurocentrismo busca explicar y justificar la razón por la cual Europa se apoderó de inmensos territorios, más allá de sus fronteras.

En relación con el papel de la historia en el estudio de las sociedades existen muchas tendencias orientadas a ignorar su influencia. La narrativa histórica, cuando se registra y se cuenta como ha sido en la práctica, cumple una función de interpelación para los que han sido responsables de actos deleznables con los pueblos.

En Honduras, desde el golpe de Estado del 2009 se han abandonado las explicaciones que dan cuenta de las relaciones históricas de los hechos en sus diferentes momentos, con un sistema político de larga data que fue producto de intereses de grupos oligárquicos nacionales y extranjeros, que, desde finales del siglo XIX, formaron una estructura partidaria a la imagen y semejanza de sus intereses, aspecto este último que no ha cambiado sustancialmente.

El ignorar la historia hace que la política se vea más como pasión y espectáculo y no como razón. Muchos de los intelectuales hacen sus análisis fragmentando la realidad en compartimientos estancos.

Esto se hace, no tanto por ignorancia, se hace más por el interés de ocultar pasajes oscuros de un sistema político que nos ha llevado, como país, a una situación en la cual se exhiben los peores resultados en materia de desarrollo humano.

Tenemos un sistema político que ha crecido en vicios y deformaciones, pero no en calidad de representación democrática.

Atrás quedó esa bellísima expresión atribuida a Ramón Rosa, quien dijo, con sabiduría y patriotismo, que “la historia de Honduras se escribe en una lágrima”.

En una situación de crisis generalizada en que vive el mundo, de la cual Honduras no escapa, el trabajo intelectual, especialmente en las ciencias sociales, también ha perdido aquella fortaleza de ser fuerza orientadora en el accionar político, para luego caer bajo la influencia de los líderes partidistas, especialmente en las redes del poder que generan una cierta zona de confort.