Columnistas

Limitaciones y restricciones electorales

La materia electoral es limitante o limitadora mediante requisitos para ser candidato; los derechos electorales son limitables por esas limitaciones legales.

Hay otras limitaciones que aunque no escritas se imponen, como ser la impopularidad. El Equipo de Reflexión e Investigación (ERI) de los Jesuitas practicó una encuesta nacional en la que el nivel de popularidad del actual gobierno es de los más bajos de nuestra historia.

La restricción, acción y efecto de restringir es ceñir, circunscribir y reducir límites.

Una de las formas legales para validar la restricción es la de reglamentar a un instituto o en una materia determinada, mediante un reglamento que es la “Colección ordenada de reglas o preceptos que por la autoridad competente se da para la ejecución de una ley o para el régimen de una corporación, una dependencia o un servicio”. En el mismo instante que la autoridad empiece a reglamentar lo que la ley no permite o prohíbe, pierde primero su competencia y luego el poder, peor aún, cuando esa ley es la Constitución de la República de Honduras. Diferencia que es válida porque en Honduras hemos detenido reformas antidemocráticas, aprobadas en otros países con regímenes tan autoritarios como el nuestro.

En otras palabras en Honduras cabe la reglamentación para la reelección de diputados y de alcaldes. Y punto final. Quien reglamente la comisión de cualquier delito es tanto o mayor delincuente que el que después alegue ante el juez inocencia, porque respetó dicha reglamentación en la comisión de su delito.

En esta sociedad, como en otras, hay figuras del retablo y del establo, pero ahora muchas de las primeras al salir de la vida pública pasarán directamente al establo, antes de la extradición.

Si la democracia no tuviera tantos enemigos al acecho y al ataque no habría necesidad de tantos defensores de ella. Si fuera mala, sus actuales enemigos serían sus defensores más ardientes. Ergo, seguiremos en lo mismo mientras haya amigos y enemigos de esta laya.

Si nosotros, los verdaderos creyentes y defensores ardientes de la democracia, le impedimos la reelección al actual presidente de la República, Juan Orlando Hernández, le estamos ayudando a que no cometa el delito que le están haciendo cometer personas que realmente no lo quieren ni le respetan, porque más bien lo engañan y trabajan para convertirlo en un delincuente. Es como que realmente lo que quieren es verlo reo y privado de la libertad y del honor, algo que yo espero de mis enemigos y nunca de mis amigos.

El señor presidente, don Juan Orlando Hernández, debe reflexionar para saber quién es quién, dentro de ese círculo tan estrecho que no es más amplio que una argolla.

Ojala él no fuera víctima del aislamiento del que es víctima, pues al impedirle leer las críticas lo vuelven un analfabeto funcional, que posiblemente no leerá mi recomendación para que lea el proverbio 2, 7: “Él provee de sana sabiduría a los rectos; es escudo a los que caminan rectamente”.

De modo que hay una sabiduría sana y otra insana y que los rectos de los retorcidos están descargando materia fecal en su prestigio y en su honor, algo que nadie merece.

El conductor de un auto que no respeta la luz roja del semáforo se expone a un accidente fatal, pero también expone a las personas que van en otros vehículos.

Si usted como conductor del Poder Ejecutivo se salta la luz roja de la prohibición para reelegirse, nos expone a todos los hondureños a un accidente mortal en que perecerá la institucionalidad del Estado de derecho, ruptura por la que todos pagaremos un alto precio, mayor aún para los pobres y miserables.

*Ex comisionado nacional de Derechos Humanos