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Las mujeres tenemos derecho a vivir… ¡No nos lo quiten!

Como defensora de los derechos de los niños, no puedo callar ante la ola de asesinatos de mujeres ocurridos en los últimos días: más de 52 mujeres fueron ingresadas a las morgues de San Pedro Sula y Tegucigalpa.

Los crímenes contra las mujeres en lugar de disminuir van en aumento; solo basta con abrir el diario y ver cómo la violencia doméstica convierte las historias de amor en historias de horror donde no solo a la mujer se le arrebata la vida sino también, en algunos casos, a sus hijas.

Pese a que Honduras en los últimos años ha experimentado una baja considerable en la tasa de homicidios -de 86 a 42 por cada 100 mil habitantes-, no ocurre lo mismo con los asesinatos de mujeres, los cuales, lejos de disminuir, han mantenido una ruta ascendente.

El Comisionado Nacional de los Derechos Humanos a finales de enero informó que en los últimos 15 años y medio se produjo un aproximado de 5,600 muertes violentas de mujeres, cuyos crímenes se mantienen en la impunidad en más del 90% de los casos. Ya es hora que las autoridades judiciales del país tramiten todos los asesinatos cometidos contra las mujeres como “feminicidios” hasta que se pruebe lo contrario.

Las Naciones Unidas definen el feminicidio como “el asesinato de las mujeres por el hecho de serlo”. Es uno de los más sangrientos y visibles, suele estar precedido de violencia sexual y otros hechos que atentan contra la dignidad de la mujer, tanto por parte de agresores conocidos como desconocidos.

Después de una lucha de 12 años por parte de las organizaciones feministas, el Congreso Nacional aprobó la reforma de los artículos 118-A y 118-B del Código Penal para tipificar como delito el feminicidio, con una pena de 30 a 40 años.

Hay que estar claros en que una ley contra el “feminicidio” no va a acabar per se con estas atrocidades, pero sí transmite un mensaje: la vida de las mujeres no se toca; sin embargo, para que esta ley se aplique con todo rigor, hay que derribar la falta de voluntad política y la insuficiente concienciación de que cualquier tipo de violencia contra la mujer es una violación de los derechos humanos. Creo que la familia y las instituciones del Estado tienen una responsabilidad muy grande en el hecho de que a pesar de la existencia de una ley contra el feminicidio, se les siga arrebatando a las mujeres el derecho a vivir por el simple hecho de decir basta o no quiero.

¿Qué podemos hacer como sociedad para evitar los feminicidios? Devolverle la responsabilidad de la violencia a los hombres, que son quienes la cometen contra las mujeres. Los únicos que pueden y tienen el deber de parar los feminicidios son los hombres y esto se hace primero entendiendo que la hija, la novia, la esposa, no son propiedad del hombre, que al igual que ellos, las mujeres tienen derechos y, sobre todo, que el asesinato no es una salida ni una solución.

En el seno de la familia, en lugar de enseñar a nuestras hijas a cuidarse, a tener miedo de todos y a sentirse culpables, enseñemos a nuestros hijos a ser responsables de su ira. Reprobemos tajantemente a un hombre que le pega a la pared encolerizado, señalemos en la familia al hombre “con mal carácter”. Cuando nuestro hijo o hermano sea infiel con su novia, confrontémoslo duramente.

Los chiflidos o “piropos” en la calle deben ser rechazados con firmeza por otros hombres. Si un hombre es celoso, aunque sea “poquito”, debemos apoyarlos para que reciban ayuda psicológica urgente. Aprendamos a decirles a los hombres “he notado que eres violento. No te lo permitas, deja a tu pareja antes de que le hagas más daño y busca ayuda inmediatamente”.

Estas medidas dejarán de hacer sentir culpables a las mujeres, dejarán de responsabilizarnos por las violencias de los hombres.

Estas acciones sí generarán un cambio radical en la sociedad. Porque mientras los hombres no dejen de creer que pueden y deben ser violentos, ni todas las precauciones de las mujeres ni todas las leyes evitarán que las mujeres sigan siendo víctimas de todo tipo de violencia.