Por desgracia en los hospitales públicos siempre ha faltado lo básico: analgésicos, antisépticos, anestésicos, antiinflamatorios, antipiréticos, guantes, gasas, esparadrapo, y eso apenas es noticia; pero en estos tiempos revueltos faltó el algodón y crearon un insólito escándalo, que se magnificó por la despiadada politización de todo.
De Siguatepeque a La Esperanza hay unos 70 kilómetros, y por muchos años fue difícil percatarse del impresionante paisaje de montañas, valles y el sólido cielo, porque tantos baches sólo obligaban a parar, esquivar, maldecir. Ahora están pavimentando con concreto y llevan unos 60 kilómetros, pero la noticia no fue esa, sino -la malintencionada- que faltan 10 por reconstruir. Otra vez la maldita politización.
La abrumadora politización de todo ha hecho trizas la sociedad, no sólo al atizar odios y discordias, también al desplazar el debate de ideas, el razonamiento lógico, la revisión ética. La gran discusión del país ha quedado en manos de unos cuantos bocazas, charlatanes y exhibicionistas.
La corrosiva politización se esparce por los medios de comunicación como análisis válido y se desparrama en las redes sociales como pólvora encendida; casi nadie nota la diferencia entre verdades y mentiras; todos los grupos sociales van despreciándose entre sí; el sectarismo y lo falsario nos llevan camino a la autodestrucción. Jamás una sociedad dividida ha podido desarrollarse.
El Diccionario de la Real Academia tiene otra acepción más esperanzadora para la palabra “politizar” aparte de “Dar orientación o contenido político a acciones, pensamientos, etc., que corrientemente no lo tienen”, y lo define como: “Inculcar a alguien una formación o conciencia política”, si se tratara de esto, cuánto podríamos cambiar esta realidad desastrosa que nos ha estropeado el país por décadas, rebajándonos a insoportables índices de pobreza e injusticia.
La conciencia política puede elevar el pensamiento crítico, el discernimiento entre lo real y el embuste, y de ahí surge una oposición inteligente y constructiva, que puede señalar con propiedad y argumentos los desaciertos de un gobierno; aportar acciones y pensamientos para que no falte el algodón en los hospitales ni hagan política “donando” el inapropiado.
A lo mejor a muchos políticos de todos los partidos y a otros personajillos de la fauna pública del país, entre supuestos dirigentes gremiales, pretenciosos “analistas” y dizque miembros de sociedad civil, no les conviene que la población disponga de una verdadera conciencia política, porque ya no podrían engañarlos, los abominarían y los echarían a puntapiés.
Aunque se construyan más hospitales, se arreglen más carreteras, se reduzca la inflación y la criminalidad, la politización y los intereses personales seguirán condenando todo, la destrucción como método, porque todavía hay una parte de la sociedad fácil de manipular.