La economía hondureña depende mucho de los combustibles. Sin embargo, no se ha aprovechado la caída de los precios internacionales del petróleo para lograr un ahorro que favorezca el ingreso nacional y estabilizar en parte la balanza de pagos.
Es cierto que la factura petrolera ha bajado, pero no en la proporción que debe hacerlo, en virtud de que el volumen de consumo de los carburantes se ha incrementado, no tanto porque ha mejorado la actividad económica, sino por el excesivo gasto y el derroche propio de la cultura de consumo.
La caída del precio internacional del petróleo, por exceso de oferta, entre otras causas, se ha tornado en crisis para los países productores cuyos ingresos dependen de este rubro. Pero ha sido un alivio para las economías que como la hondureña lo importan.
Honduras es un país con muchas carencias sociales y económicas, pero no hemos mejorado la actividad productiva de manera significativa y los patrones de consumo de ciertos sectores sociales son propios de los países ricos, cuyo afán consumista lleva a malgastar los escasos excedentes que tenemos.
Esto se expresa de diferentes formas, el uso excesivo de vehículos de alto cilindraje, una flota vehicular alta que sobrepasa las capacidades de un país pobre, las mal llamadas aulas o salones inteligentes que por tener un data show y un par de computadoras usan aire acondicionado todo el día, con el consecuente gasto de energía innecesario, luces encendidas las 24 horas en algunos edificios.
Un despilfarro que bajo otras condiciones de uso y hábitos de consumo podría servir para economizar energía y combustibles y bajar un poco las importaciones de refinados.
Es así que, si suben los precios de los combustibles caemos en crisis porque somos altamente dependientes de este producto, si bajan también caemos en crisis, porque al estar baratos el consumo desmedido lleva a derrochar.
Con estos patrones de vida propios de países desarrollados nunca vamos a tener capacidad de ahorro para orientar recursos hacia otras actividades esenciales.
El mundo está en constantes conflictos de carácter hegemónico y los países tratan de usar recursos estratégicos como arma económica y política en función de sus intereses. Subir o bajar precios puede significar sanciones de unas economías sobre otras, para sacar ventaja política y favorecer monopolios o controlar áreas de influencia geopolítica.
Si a Venezuela o a Rusia le conviene que baje la producción de petróleo, a Honduras le conviene que no baje para que la sobre oferta mantenga bajo el precio.
Así es en economía, lo que es bueno para unos países no siempre es bueno para otros. En el caso del petróleo para Honduras, por el carácter de su economía, se da una contradicción, la lógica de precios resulta ser ilógica, porque si bajan los precios se consume más y por tanto no baja la factura petrolera, si suben los precios se consume menos, pero la factura petrolera tampoco baja porque los precios de importación han subido.
Lo ideal sería que se mantuviera un mismo nivel óptimo de consumo, para un mismo nivel de actividad, sea que subieran los precios internacionales o que bajaran, porque se vería la diferencia clara en la factura petrolera.
El reto es aprovechar la caída de los precios internacionales para reducir la factura petrolera o incrementar la actividad productiva. Los gobiernos en el mundo hacen lo necesario para mejorar sus economías, si mejora la economía europea, la de los países emergentes de Asia y América Latina y sobre todo China, entonces la demanda del petróleo va a crecer, y los precios internacionales se irán arriba y a Honduras no le favorece porque es altamente dependiente de este rubro.