Columnistas

Despidiendo a un religioso

Hace poco mas de un mes, partió de regreso a Canadá, tras más de cinco décadas de convivir entre nosotros, monseñor Raúl Corriveau, quien realizó una notable labor apostólica y cultural que benefició a Honduras y su población. Tras ordenarse como sacerdote en su natal Quebec, fue ascendiendo en la jerarquía religiosa de su orden, por méritos propios. Trasladado a Cuba, vivió en la isla antillana durante los primeros años de la década de los novecientos sesentas, cuando el proceso revolucionario se radicalizaba y era sometido a presiones externas para revertir su curso y retornar al pasado.

Sin duda la experiencia de la cual fue testigo en la nación insular avivó en el religioso franco-canadiense su conciencia social y su opción por los pobres, los “desheredados de la Tierra”. Al ser promovido en la jerarquía eclesial y trasladado a Honduras, asumió la sede episcopal de Choluteca, en reemplazo de su compatriota, monseñor Marcelo Gerin. Los habitantes de la llamada Sultana del Sur recuerdan con cariño a ambos religiosos por su activismo promoviendo el mejoramiento espiritual y material de la feligresía a ellos encomendada. Simultáneamente a su labor pastoral, monseñor Corriveau decidió apoyar a escritores nacionales, imprimiendo sus obras inéditas.

Para tal efecto, fundó la editorial Ediciones Subirana. Para financiarla, captaba fondos en su país de origen. De esa manera los lectores accedieron a diversos autores y enfoques, la mayoría escritos por hondureños. Una lista parcial de lo publicado bajo tal sello editorial incluye: “Historia eclesiástica de Honduras” (dos tomos), por José Reina Valenzuela; “La religiosidad popular, base de la identidad”, por Leticia Silva de Oyuela; “Párrocos y misioneros, precursores coloniales del pensamiento antropológico latinoamericano”, por Sofía Reding Blase; “Iglesia y sociedad colonial en Honduras.

Documentos del siglo XVI” por Edwin Aguiluz Milla; “Estado, poder, nacionalidad y raza: ensayos”, por Darío A. Euraque; “Iglesia y liberalismo en Honduras en el siglo XIX”; “La creación de la Arquidiócesis de Tegucigalpa, 1909-1917”; “Ramón Oquelí, una lucha tenaz contra el olvido”; “Monseñor Marcelo Gerin y Boulay: un precursor eclesial y misionero en América Latina”, todos por Rolando Sierra Fonseca; “Una historia de Honduras”, por Marcos Carías; “Diccionario de artistas plásticos hondureños”; “Tres caudillos, tres destinos, 1919-1932” (dos ediciones); “El PDRH: una alternativa al partidarismo tradicional hondureño, 1946-1954”, todos por Mario R. Argueta.

En todo momento monseñor Corriveau estuvo permanentemente informado acerca de nuestra Honduras, con mentalidad lúcida y receptiva. Ahora que se marchó dolido por el estado de postración en que deja a la nación en que vivió y trabajó durante los mejores y más productivos años de su longeva existencia, reciba el admirado amigo un respetuoso mensaje de reconocimiento y gratitud por los distintos respaldos otorgados a nuestro pueblo. Le decimos hasta pronto a un caballero, a un hombre de bien. Si alguna vez lo invade la nostalgia y el calor -humano y natural- de Choluteca, retorne a esa tórrida región, en donde sus feligreses lo recibirán con el mismo cariño y afecto de siempre.