Columnistas

Demos Kratos no sólo es la elección

La palabra democracia proviene de las palabras griegas “demos”, que significa pueblo, y “kratos”, que se traduce a poder. Juntas le dan significado al poder del pueblo. El pasado 28 de noviembre en Honduras se vivió lo que puede ser el primer paso de una democracia efectiva. Ver los centros de votación llenos de hondureños que bajo el sol esperaban su turno para depositar sus anhelos en una urna nos da la ilusión de ver cambios. Muchos votaron llenos de confusión, unos sufragaron con enorme optimismo y otros llegaron con el objetivo de castigar a algunos representantes. Las urnas verdaderamente hablan, y el último domingo de noviembre “gritaron”. Las urnas, con mucha contundencia, le dijeron a Honduras y al mundo que buscamos una transformación, pero esta transformación debe trascender más allá de una simple votación. Si realmente queremos una Honduras que promueva los valores democráticos, debemos de emprender el camino largo y empedrado que significa vivir en democracia todos los días. Actualmente, parece que pensamos que la democracia es sinónimo de depositar una papeleta en las urnas cada cuatro años, pero la democracia es mucho más que eso. Vivir en una verdadera democracia es participar activamente como ciudadano para que la toma de decisiones de los representantes sea justa. Querer vivir en democracia es despojarnos de la indiferencia y la comodidad para ser parte activa de la sociedad y escoger nuestros propios destinos. La democracia es, en realidad, una responsabilidad. Todo aquel que quiere tener la certeza de que quienes lo representan lo escuchan y trabajan para que la sociedad progrese, debe ejercer esta responsabilidad. El poder del pueblo trae esperanza al sentirse representado. Alguna vez dijo el expresidente argentino Hipólito Yrigoyen: “La democracia no consiste solo en la garantía de libertad política; entraña a la vez la posibilidad para todos para alcanzar un mínimo de felicidad siquiera”. Es entendible que haya sentimientos encontrados de satisfacción por los representantes electos y pesadumbre por los candidatos no electos, pero debemos de contentarnos siempre de que se respete la voluntad popular. A veces la democracia no acompaña nuestras decisiones, pero siempre debe respetarse y aceptar la voluntad de las mayorías. Los nuevos representantes electos ahora tienen la oportunidad de trazar el cambio que pregonaron y con el que a las mayorías convencieron, pero esa transición perderá legitimidad si no es con el pueblo. El electorado hondureño redescubrió lo que se puede lograr cuando se sale a votar masivamente, ahora nos queda mantener ese ímpetu para acercar las decisiones del Estado y los clamores populares. Si queremos más espacios de veeduría e interlocución, debemos de exigirlos en cada oportunidad que tengamos. No vamos a estar sentados en Casa Presidencial o en el Congreso Nacional, pero con que nos informemos sobre un proyecto de ley o firmemos una iniciativa ciudadana estamos fomentando los valores democráticos. La democracia es frágil y la podemos perder en un abrir y cerrar de ojos si no la impulsamos y protegemos. Si queremos vivir en una Honduras democrática, debemos liberarnos de las cadenas del desinterés y la apatía. La democracia se vive a diario y la construyen los ciudadanos en medida participamos junto con los representantes.