En Honduras, fuera del buen teatro de comedia, son muy escasos los buenos comediantes y la buena comedia porque hay muy pocos buenos profesores de español en la formación inicial, con el respeto que se merecen las personas que se dedican a los ya citados menesteres. Habrá otros factores en la ecuación, pero ninguno tan relevante como la agudeza analítica a la que debe conducir la formación en lengua y comunicación. Cuando una persona o un grupo social es capaz de reírse de sí mismo es porque ha alcanzado un alto grado de madurez, ya que la risa está íntimamente ligada a la desgracia. Y sí se puede hablar de la desgracia propia o colectiva sin ofenderse o pasarla mal, si existe seguridad en sí mismo. Esto considerando que, aunque técnicamente en la comedia incluso se hable del otro, en el fondo si nos reímos es por la identificación que tenemos con esa construcción del comediante. La comedia también sirve como crítica a la sociedad pero no como una burla vulgar con tono ofensivo o ridiculizante hacia un personaje público o a alguna institución, sino como un agudo análisis a los problemas sociales. ¿Díganme si no estamos
llenos de material?
Por una parte, no existe una cultura de la comedia, es decir, de personas que se dediquen sistemática y formalmente a hacer reír a las personas, no tenemos actualmente, por ejemplo, un gran nombre en la comedia a pesar de que en el pasado sí hubo hondureños con mucho talento, quizá con escasa formación específica que damos por descontado que es escasa.
Irónicamente los hondureños se muestran creativos a la hora de crear situaciones graciosas, pero me parecen más momentos lúcidos particulares que sutilezas surgidas de un don natural en sinergia con una sólida formación en pensamiento crítico. Hay muchas maneras de hacer reír a una persona, unas más fáciles que las otras; en el orden natural de las cosas las maneras más simples son las más toscas y burdas: caídas, estereotipos (aquí sí posiblemente ofensivos), ridiculización extrema de algunas figuras, frases vulgares y contenido sexual. Hay formas mucho más lúcidas que proponen siempre las ridiculeces de la vida y la humanidad, pero de una manera tan delicada que son incapaces de ofender, aquí no es necesario recurrir a la tosquedad mencionada. Los buenos comediantes se valen de juegos de palabras, de agudezas analíticas, eventos históricos. Hay, incluso, una verdadera deconstrucción de algunas realidades sociales. Un país con poca y mala comedia es uno que muestra claros síntomas de una grave enfermedad que no es el aburrimiento (que también, pero necesariamente), sino un bajísimo nivel cultural e intelectual. No hay agudeza analítica ni semántica; que son más que herramientas del arte de hacer reír, el génesis de esta. El desarrollo de las competencias que nos forman como seres humanos es integral y no exclusivo de la escuela ni mucho menos de una asignatura, sin embargo, sí es evidente que existe un serio desnivel entre lo que se necesita para que los dones naturales se potencien y lo que existe. Los “estanduperos”, los cuentachistes, los escritores de guión y personajes, y los actores necesitan de una gran acumulación de conocimiento de cultura general y pensamiento crítico para desarrollar las premisas y marcar los remates; por ejemplo. En definitiva, necesitan ser habilidosos con las palabras. Es más fácil dar risa que
hacer reír.