Para amplios sectores de la opinión pública internacional es frustrante lo ocurrido con el bombardeo que hizo Estados Unidos a Irán. Esa acción contraviene todas las normas del derecho internacional que regulan las relaciones entre los Estados.
Según la Carta de las Naciones Unidas, ningún país puede intervenir en los asuntos de otros Estados. El principio de la no intervención, ya sea directa o indirectamente, está normado. De igual manera, en la Carta de la Organización de Estados Americanos (OEA), se consagra la no intervención como un tema vital para la existencia de la soberanía de las Naciones.
Siendo Estados Unidos fundador y suscriptor de los compromisos de ambas organizaciones, no se puede entender cómo, desoyendo este principio básico en las relaciones internacionales, interviene de manera brutal en los asuntos de otros Estados; lo ha hecho en el pasado en innumerables casos y ahora en contra de Irán.
Después de haber consumado el ataque, Donald Trump, con su acostumbrada forma de exaltar el sentido de gran potencia de Estados Unidos, pronunció un discurso a la nación, destacando la exitosa operación “Martillo de Medianoche”, diciendo: “Las principales instalaciones de enriquecimiento nuclear de Irán han sido totalmente destruidas”.
Trump se derritió en elogios para las Fuerzas Armadas de su país, “no hay ejército en el mundo que pudiera hacer lo que hemos hecho esta noche. Ni siquiera cerca. Nunca ha habido un ejército que pudiera hacer lo que ha tenido lugar hace un momento”.
Después de esas eufóricas declaraciones del presidente Trump, funcionarios del gobierno iraní informaban que los daños a las plantas de energía atómica no habían sido cuantiosos, en virtud que las instalaciones habían sido evacuadas previo a los ataques. La autoridad de los Estados Unidos le mentía al pueblo sobre los resultados de esa acción inconsulta e ilegal.
Trump, en el discurso aludido, ha dicho que existe la posibilidad de nuevos ataques si Irán “no firma la paz”. Es Estados Unidos legitimando sus propios actos en sus relaciones con otras naciones. Es imposible establecer una paz duradera cuando se actúa bajo la razón de la fuerza y no bajo la fuerza de la razón.
“No sé con qué armas se peleará la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras”, es una frase que se atribuye a Albert Einstein, valorando las armas de destrucción masiva que ya en su tiempo era visible.
V.I. Lenin dijo que en la medida que creciera el armamentismo entre las grandes potencias; las guerras irían perdiendo sentido, ya que su capacidad destructiva llegaría a tal nivel que pondría en peligro la vida de la especie humana.
La Cúpula de Hierro, que es el sistema de defensa de Israel, ha resultado deficiente ante los ataques defensivos de Irán.
Los novedosos mecanismos tecnológicos en la industria militar, estableciendo un equilibrio entre los bloques de poder y bajo un ordenamiento jurídico internacional más democrático, podrían disminuir las tensiones planetarias