El cambio climático es innegable. Sus efectos son reales y están impactando la vida de familias en todo el mundo.
Centroamérica es una región que por su posición geográfica es vulnerable a diversos fenómenos climáticos. Las sequías extremas y las inundaciones son solo algunos.
El Corredor Seco Centroamericano es una zona de bosque tropical seco que va desde la costa pacífica de Chiapas, en México, hasta el oeste de Costa Rica y el llamado Arco Seco de Panamá. El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua son los países más expuestos.
En esta zona, donde viven más de 10 millones de personas, se concentran más de la mitad de los pequeños productores de granos de Centroamérica, es decir familias que principalmente dependen de las actividades agrícolas y productivas y, por ende, de los recursos naturales.
La alta vulnerabilidad a los efectos del cambio climático de las comunidades del Corredor Seco Centroamericano es agravada por la desigualdad de condiciones, la pobreza, la inseguridad alimentaria, la gestión inadecuada de los recursos naturales y la falta de acceso a servicios y herramientas que les permitan responder adecuadamente ante estos efectos.
El Consejo Centroamericano de Ambiente y Desarrollo (CCAD), que está conformado por los ministros de ambiente de los países del Sistema de Integración Centroamericana (Sica), ha decidido actuar partiendo de esta premisa: mejorar la resiliencia y la capacidad de adaptación de las comunidades más vulnerables, cuyos medios de vida dependen de los bienes y servicios de los ecosistemas.
Para ello han llamado a conformar un consorcio integrado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), ONU Medio Ambiente y el Banco Centroamericano de Integración Económica, para formular un programa regional que permita incrementar la resiliencia y adaptación de las comunidades que habitan en estas zonas.
El eje de este programa será fortalecer las capacidades de los países miembros del Sica para cumplir con los compromisos de la agenda ambiental, asegurar una adecuada gestión de los ecosistemas y la biodiversidad con un enfoque de territorio; promover sistemas agroalimentarios sostenibles basados en conocimiento y sin afectar la provisión de servicios ecosistémicos; diseñar mecanismos financieros innovadores para mejorar la resiliencia de los medios de vida de las comunidades y fortalecer los sistemas de información agroclimática y de alerta temprana.
Este 7 de junio se firmaron en Costa Rica los acuerdos entre el BCIE, la CCAD y la FAO para iniciar la preparación de este programa, que será presentado ante el Fondo Verde del Clima para su financiamiento.
El impacto del cambio climático en la producción de alimentos está socavando los esfuerzos globales para garantizar la seguridad alimentaria y la nutrición. Por eso, desde la FAO reconocemos que la implementación de una agenda ambiental y de acción climática es indispensable para reducir la inseguridad alimentaria y la pobreza.
El cambio climático es una amenaza real y un detonador de otras amenazas económicas, sociales y ambientales. Responder a este desafío requiere de alianzas, acciones coordinadas y de mucha voluntad política.
Estoy seguro que hoy Centroamérica está dando un paso más en el camino a alcanzar el desarrollo sostenible y un planeta más sano e inclusivo, donde nadie se quede atrás.