Columnistas

Censura de libros

La actual ofensiva ultraderechista en Estados Unidos, con el objetivo de avanzar en la conquista del poder absoluto en lo económico, jurídico, electoral, cultural, incluye la iniciativa iniciada en Florida por el gobernador DeSantis, ratificada por el congreso estatal, imitada por otros estados, actuando jueces, juntas escolares locales, prohibiendo que en las bibliotecas y centros educativos públicos se permita la lectura de un número creciente de obras que describen el racismo, discriminación, identidad de género, orientación sexual, al igual que el currículum de asignaturas que abordan tales temáticas.

También se incorporan padres y madres de familia que rechazan tales contenidos: basta que uno o una formule objeciones para aplicar la prohibición, argumentando que se está adoctrinando a niños(as) y jóvenes. Distintos pedagogos afirman que con tal medida se atenta contra la formación que pueden recibir los estudiantes, afectando la formación de hábitos de lectura y las potestades de los docentes en las aulas.

También críticos de tal legislación restrictiva sostienen que la misma es un instrumento de censura utilizado por los conservadores en su cruzada contra la llamada cultura “wole” (despierta), término empleado para quienes han asumido como deber el enfrentarse a problemáticas de desigualdad o discriminación, particularmente por razones de etnia, género, sexualidad.En los últimos seis meses del 2022, 1,500 libros fueron prohibidos, en violación de la libertad de información.

Así, en Florida se retiraron obras de autores tales como Hemingway (“Por quien doblan las campanas”, “El sol también sale”), biografías de Celia Cruz, Roberto Clemente, (beisbolista puertorriqueño), Sonia Sotomayor (la primera hispana en integrar como magistrada la Corte Suprema de Justicia), Rosa Parks (activista negra de los derechos civiles).

En otros estados ya no se puede acceder a obras como Catch 22, “La llamada del salvaje”, por Jack London, y muchas más, intimidando así a bibliotecarias(os), docentes, editores. Tales acciones intolerantes evocan la quema de libros de autores judíos en la década de los novecientos treintas en Alemania por parte de nazismo.Personas opuestas a tal fanatismo ideológico han ideado diversas estrategias para intentar contrarrestar la novísima inquisición.

En el condado de Llano, Texas, la decisión judicial ordenando remover de la biblioteca pública diversos libros fue cuestionado por ciudadanos argumentando que viola la Primera Enmienda constitucional, obligando así a los comisionados del condado a restituir tales obras en la biblioteca, en tanto de resuelve tal demanda. También en Texas, dos adolescentes han fundado un club de lectura de libros prohibidos, generando efecto multiplicador.

Una de ellas, Ella Scott, opinó: “Esta bien sentirse incómodo y no leer un libro. Pero quitárselo a todos los demás no es justo. Es natural que haya siempre alguien que se sienta incómodo con ciertos temas, pero no es necesariamente motivo para retirar o libros o quitarle la oportunidad a los demás de que formen su propia opinión”.

Llevando el actual paroxismo y lógica paranoica de control ideológico hasta sus últimas consecuencias, eventualmente se prohibirán libros sacros de distintas religiones, incluyendo la Biblia, contentiva de pasajes eróticos.Los libros son conocimiento, y el conocimiento es poder. “Conocerás la verdad, y la verdad te hará libre”.