Con el derecho siempre procuro mirar para otro lado. Juancho sabía que no siempre las leyes marcan lo justo. Cansado; ajeno a todos, sentado en un sillón después de un juicio espúreo; intentaba ordenar sus ideas. Todo indicaba que debería estar alegre, sin embargo era incapaz de acallar el remordimiento punzante de su conciencia. Sabía que la traición a su mejor amiga le pasaría una factura costosa. Rebasada la delgada línea entre lo legal y lo conveniente, nada volvería a ser igual. Sin embargo, nada le importaba; se dejaría arrastrar por esa vida ingrata, que le alejaba de sí mismo”.
Es casi seguro que este microrrelato no pasará a la historia, tampoco ganará el premio del concurso literario al que lo envié. El experimento se lo debo a la escuela de escritura en Madrid donde la semana pasada me inscribí en un curso. No es ningún secreto que una de mis pasiones es dedicar algunos ratos libres a escribir.
Experimentar, disfrutar la escritura. Atreverse a probar estilos nuevos, jugar con las palabras. Ejercitar el pensamiento y olvidarse de la calidad del resultado. Leer que escriben otros, sobre todo los mejores. Si alguna cosa aprendí en estos seis años de sentarme a escribir, es que se sabe donde se comienza pero el punto de llegada será cualquier cosa; noventa y nueve escritos regulares y tal vez uno valioso. Escribir es aprender a no desanimarse y perder el miedo a explorar todos los campos del saber. Es correr el riesgo de poner en manos de otros la propia intimidad y dejar al descubierto la propia alma. Es intentar expresarse con claridad y precisión. Escribir es una de las mejores formas de conocerse y ser auténtico.
Ejercido con honestidad, el oficio de escritor es un gran servicio a los demás; se trata de intentar expresar de forma sencilla, y de ser posible amena, lo que costó muchas horas de estudio y reflexión. Escribir es aprender a concentrarse y dejarse abstraer por la propia interioridad. Experimentar como el tiempo pasa volando, casi sin darse cuenta, cuando se ponen por escrito las propuestas ideales de mundos mejores y más humanos.
Dicen que la calidad depende de la cantidad. Entre más escribes, más descontento y exigente te vuelves. Cuando lees a los maestros miras el enorme trecho que te queda aún por recorrer. Y te pones contento, porque el mejor pago para un escritor es la misma tarea que requiere una dedicación esforzada y constante.
En mi caso particular, la escritura es la mejor forma que conozco para ejercitar el pensamiento. Es una estupenda práctica de humildad intelectual pues a cada paso compruebas los propios límites y al mismo tiempo es el mejor impulso para aclarar las propias ideas, mantener en movimiento el estudio, la investigación y la lectura.
Solemos pensar que para ser un gran violinista o un gran pintor es necesario recibir una formación, y es cierto; sin embargo, como al fin y al cabo a todos nos enseñan a leer y a escribir en el colegio, creemos que para ser escritor basta con el talento innato y la paciencia a la hora de esperar la llamada de las musas. La escritura es un oficio que también se aprende. Espero ir contando las sorpresas y avances de este nuevo curso de escritura con un reconocido escritor español. Aunque tal vez no haga falta pues los lectores verán de primera mano el producto.