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Anchuria: una lectura indispensable

n este 2023 se publicó una de las novelas más ambiciosas que se han escrito en Honduras en los últimos años, y debo decirlo: una de las mejores, sin lugar a duda. Hablo de Anchuria, del escritor santabarbarense Giovanni Rodríguez.

Primero quisiera apuntar que en Honduras no se suelen publicar novelas de una extensión considerable (ya que se publiquen novelas es de agradecer); siempre he pensado que es porque los autores hondureños tienen que conjugar sus actividades profesionales y cotidianas con la escritura, lo que implica que adentrarse en un proyecto tan extenso requiera de una enorme disciplina y de un trabajo sostenido en el tiempo; esta supera las quinientas páginas y honestamente es de esas novelas que a pesar de su generosa extensión, a más de un lector le deja la sensación de querer más (yo habría leído setecientas páginas o más con el mayor de los gustos).

Anchuria es una novela que juega a ser histórica (los que ya la leyeron sabrán por qué hago tal afirmación, y los que no lo han hecho, cuando la lean lo sabrán), y “está basada”, digamos, en varios hechos; el primero de ellos quizá, la ficcionalización de la Honduras de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, en un país llamado Anchuria (hace un par de años dediqué un artículo en este mismo espacio a ese hecho) por parte del escritor Sidney Porter, conocido como O. Henry; luego las vivencias de ese escritor en Trujillo y posteriormente varios hechos que involucran a Samuel Zemurray, magnate fundador de la Cuyamel Fruit Company y al expresidente hondureño Manuel Bonilla, además de otros personajes que se mueven ya en nuestros años.

Dejaré los análisis más técnicos y literarios para otros espacios, tanto por la naturaleza de esta columna como por la extensión que implica hablar de una novela de este calibre en términos más académicos; pero debo decir que como hecho y objeto social y de pensamiento, Anchuria deja un sonoro eco sobre cuestionar lo que hemos decidido que sea nuestra verdad o nuestra historia, pensando en que estos términos pudieran ser equivalentes.

En algún momento uno de los personajes afirma que basta de contar la historia, nuestra historia bananera (y en general) solamente como víctimas, y esa es justamente una crítica que se les ha hecho a las novelas bananeras, en las que el extranjero es rico y malo, y los hondureños somos pobres y buenos. Y esto aplica y es extensivo a otras dimensiones de nuestra hondureñidad: lo que decía al principio, basta de ver al escritor hondureño como víctima del tiempo.

El subtítulo de la novela: “Una posible historia de la Banana Republic” es revelador, porque la historia, y no sólo la literatura, es solamente una posibilidad, hay espacio para la duda, para el cuestionamiento, para el replanteamiento de las ideas pasadas por el tamiz del pensamiento crítico, y como afirmé en un viejo comentario al “Rapto de la sevillana”, la gran historia se compone de historias más cotidianas e individuales.

No deja de ser interesante también ver en retrospectiva cómo se contempló la política hondureña de aquellos años de la Banana Republic, y cómo eso no deja de ser un germen de lo que se vive en Honduras.

Quiero finalizar aclarando que Anchuria es muchísimo más que lo aquí expresado, se tocan muchas aristas, incluso de creación literaria, pero como en su momento expliqué, seguro que esta buena novela hará correr mucha tinta en nuestro país y fuera de él.