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Guanaja en una premonición

Algunos exageran cariñosamente llamándola la Venecia de Honduras, eso no quiere decir que Bonacca no tenga un encanto particular con sus callejones y canales, por donde los isleños hacen su trajín cotidiano, y que les sirvieron para escapar del terrible incendio que arrasó casi la mitad de la pequeña isla... pero no debería ser una sorpresa, hace años se temía que esto pasara.

Es un pequeño montículo de medio kilómetro cuadrado, que sus habitantes llaman Bonacca, El Cayo, o “The Key”, según la lengua -se sabe que la presencia británica en Islas de la Bahía dejó el inglés como herencia- pero está muy cerca de la isla grande de Guanaja, 300 metros, digamos que tres cuadras, solo que en el agua.

Tengo imágenes todavía de sus casas sobre pilotes en el mar, y en lugar del garaje de una vivienda en tierra firme, su espacio para la lancha; más allá, algunos botes, los únicos medios de transporte de la pequeña isla, que así recibe y perpleja a sus visitantes por su encanto, bueno, antes de que el incendio arrasara la mitad.

Las casas de madera crecieron allí como pudieron, unas al lado de otras, algunas encima; y dejaron El Cayo sin calles, solo curiosos canales de agua, estrechas callejuelas peatonales, por donde se acomodan tiendas, restaurantes, bares, agencias bancarias, centros educativos, hoteles, iglesias y hasta alguna pizzería, pero no una estación de bomberos.

Por simple curiosidad, sin ser experto, cualquiera se preguntaría ¿qué pasaría aquí si ocurriera un incendio? Muchos vecinos le dirían: “nada, estamos rodeados de agua”. Y pasó. Por suerte, por llamarlo de algún modo, no hubo fallecidos, aunque sí, varios heridos.

Pero no solo los curiosos presagiaron el siniestro; muchos técnicos que llegaron allí para instalar cables, bombas, equipos de construcción, sistemas eléctricos, computadoras, embarcaciones, o simplemente fueron como turistas, le comentaron a oídos sordos sus sospechas.

La historia de nuestro país, hasta que ocurren las tragedias -en medio de lamentos y pesares- se buscan soluciones a catástrofes evitables con un poco de sentido común y diligencia; además de Guanaja falta revisar Utila; y acá en tierra, los desorganizados mercados, amenazantes carreteras, inestables puentes, casas en zonas de deslave y márgenes de los ríos, por ejemplo.

Colón estuvo en Guanaja en 1502, y más tarde, junto al resto de Islas de la Bahía, fue refugio de piratas y filibusteros; se la apropiaron franceses, españoles e ingleses, pero al final quedó en nuestro mapa, y todos nos sentimos un poquito orgullosos de ese paisaje espléndido y de nuestros compatriotas isleños.

Que Guanaja se levante literalmente de sus cenizas, que su reconstrucción sea un ejemplo para todo el país, y que un día bajen los costos para que más hondureños conozcan este fantástico archipiélago, todavía tan cerca y tan lejano para muchos.