Cartas al editor

Las pildoritas

Nací en un pueblo pobre y, como es lógico pensar, la ignorancia campea por estos lados, acá siempre estamos a la expectativa de quién nos hará la supuesta caridad para que podamos salir adelante, ya ves que en estos tiempos en donde la sed de poder es mucha, siempre hay ciudades que cooperan con nosotros, los pueblos pequeños, y es que a pesar de que la peste ya casi lleva un año entre nosotros, ya hay un mecanismo para que nos donen pildoritas para tratar esa enfermedad que nos ha puesto a todos de correr y que tiene al mundo de rodillas y a los más pobres, como los de mi pueblo, agonizando.

Hoy es un gran día, llegan las primeras píldoras para tratar con ese microorganismo, pero como para el pobre la alegría no puede ser completa, las píldoras que vienen por los momentos no ajustan para todos, y como nadie se quiere morir, los ricos del pueblo dicen que ellos van a ir a la ciudad por su medicamento, y es que los síntomas de esa enfermedad son bastante raros y peligrosos, a unos les da psicosis leve y a otros muy aguda, el estrés les brota por la piel y los llena de ronchas rojas y grandes, y el miedo se ve reflejado en sus ojos, muchos que antes pasaban en las casas de los vecinos, amigos y familiares, ahora están encerrados y llenos de tensión, más que todo los ancianos, como ustedes sabrán los jóvenes no se preocupan por mucho, y como dicen que no se puede salir, el encierro también les está afectando.

Yo no recuerdo que haya existido alguna enfermedad que afectara a todo el planeta, aquí ya se había dado la peste bubónica, en aquellos lados la malaria, pero a nivel mundial es la primera vez, estoy seguro de eso. Acá estoy, han pasado dos años desde que regalaron la primera píldora, para vencer esto hay que tomar como cinco dicen los galenos; y ya muchos están padeciendo del corazón, de hipertensión, de diabetes, enfermedades que ya existían dicen algunos, por suerte a mí nunca me han gustado las píldoras, y tampoco cubrirme la boca, sigo aquí... (Cuento).