El Bufón de la Verdad vuelve. Hace un tiempo publiqué un par de columnas que, sin querer queriendo (o queriendo sin decirlo), parecían anunciar lo que ahora todos comentan como si fuera novedad: una alianza entre actores políticos “opuestos”, que se presentan hoy como un frente unido para “salvar la democracia”.
En una de esas columnas, titulada “El bueno, el malo y el feo”, hice un paralelismo con aquella película Western. El argumento era simple: el “bueno” y el “feo” podrían unirse, no por nobleza, sino por conveniencia, para enfrentar al “malo”. Algunos lo leyeron como sátira. Otros como ficción. Pero pasó. Y en otra columna, “Bipartidismo: la condenación de la democracia”, ya lo advertía: por más que se disfracen, los partidos tradicionales siempre encuentran la forma de reencontrarse, sobre todo cuando huelen peligro.
Esta semana se oficializó una alianza entre figuras que hace no mucho se atacaban en público. Hoy se abrazan bajo un mismo lema, y los medios lo anuncian como si estuviéramos ante un nuevo comienzo. Pero no es un nuevo comienzo. Es una repetición con distinto disfraz. Una tortilla volteada con la misma mano de siempre. ¿Y qué pasa con los ciudadanos? Seguimos votando entre el menos malo, como si eso fuera democracia. Nos repiten que esta vez sí va en serio. Que ahora sí es por el bien del país. Pero ya lo dijo Vicky Nadavota: “Todos los políticos son iguales, solo se diferencian por el color de la camisa”.
La ignorancia sigue sirviendo de abono para el oportunismo. Y el bipartidismo, ese dinosaurio viejo que decían muerto, sigue bailando. Ahora con nuevos socios, pero con la misma coreografía. Así que, ¿soy brujo, profeta o simplemente un buen lector? No. Solo soy un triste bufón que, como buen catracho, huele las tortillas quemadas antes que los demás. Pero lo había dicho antes, y lo vuelvo a repetir: en Honduras, todos los políticos bailan, por unos dolores más.