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'Hacer cine en parte es encontrarse uno mismo'

Jorge Alberto Osorto Martínez, teatrista, actor y modelo para publicidad.

29.04.2014

El hijo de López del 193 nació en el barrio La Chivera, Comayagüela, hace 50 años, hoy es un reconocido teatrista, actor de cine y modelo para anuncios de publicidad.

Jorge Alberto Osorto Martínez, después de graduarse de bachiller, intentó ser administrador de empresas, luego ingeniero civil, pero al final su vida la dedicó a la actuación.

Para sobrevivir haciendo lo que ama, Osorto se las ingenia realizando avalúos para bancos y cooperativas, de lo contrario le sería difícil sostener a su familia con lo que le deja una obra aquí y otra por allá.

Los amantes del cine lo vieron actuar como Héctor, el padre de Anita en la película “Anita la cazadora de insectos”, producida por el cineasta hondureño Hispano Durón.

Inició con gran éxito en el mundo del séptimo arte no solo por su destacado papel en la cinta antes mencionada, sino también porque al final se convirtió hasta en cuñado del productor.

Pero el mejor largometraje en el que ha actuado, y hasta sin libreto, es el de su propia vida. Aquí, Osorto relata extractos de ese rodaje personal.

¿Dónde nació?

Nací en Comayagüela en un barrio muy popular, en aquel entonces era conocido como La Chivera.

La gente siempre habla de El Chiverito, pero ese sector está por la primera, segunda, tercera y cuarta calle, por la cuesta de El Centavo, que va a dar al barrio Sipile. Por el contrario, yo nací en el primer callejón de Comayagüela, cerca del mercado San Isidro. Vine al mundo el 13 de marzo de 1964, ya voy a cumplir años, voy a llegar al tostón.

¿En la zona donde nació no había ese desorden de vendedores que hay ahora?

Yo tengo los mejores recuerdos de mi barrio, ahora uno pasa por ahí y todo es irreconocible.

El mercado ya existía como tal, recuerdo la Plaza Colón, yo pasaba por ahí, me imagino que las personas que nacieron en el 70 también recuerdan eso. Cuando era niño, esa zona toda era apacible.

¿A qué escuela asistió?

A la Inmaculada Concepción. Se sorprenden mis sobrinos cuando les cuento que cuando yo estaba en sexto grado mi papá me daba 15 centavos para ir a la escuela.

Ese dinero era para pagar el bus de mis hermanos, a quienes también tenía que cuidar. Imagínese, mi papá ya confiaba en mí.

¿Cuéntenos de esas aventuras de niño?

Con algunos amigos nos íbamos -decíamos- a buscar tesoros a la quebrada El Sapo.

Cuando decíamos que íbamos a tener una aventura era porque nos íbamos a meter a la quebrada de El Sapo o nos íbamos de noche al Cementerio General a jugar escondite en medio de las tumbas.

Tanta era la confianza de los papás en aquel entonces que nosotros andábamos en la calle hasta ciertas horas de la noche y no teníamos el temor de las cosas que se temen ahora.

¿Cómo se llamaba su papá?

Se llamaba José Gilberto Osorto, pero el siempre fue conocido como López del 193. Es curioso que lo llamaran así. Es que mi papá no fue reconocido, sin embargo su papá, que tenía el apellido López, lo recomendó para que tuviera un trabajo en Hondutel.

Por eso desde que llegó a Hondutel a él lo reconocían como el hijo de López y se quedó con el apellido López, aunque él tenía el apellido materno de Osorto. El 193 es el circuito oficial de las telecomunicaciones donde mi papá trabajaba.

¿O sea que usted es hijo de López del 193?

Sí, a mucha honra porque así conocían a mi papá y aunque yo no soy López, estoy orgulloso del legado que él nos dejó porque era una persona honorable.

¿Y su mamá?

María Gregoria Martínez, oriunda de un lugar de Santa Bárbara, se crió en San Pedro Sula y siendo muy joven se vino para Tegucigalpa, en busca de mejores horizontes. Aquí se conoció con el negro, como le decía ella a mi papá, y procrearon cuatro hijos, yo soy el mayor.

¿A qué colegio asistió?

Toda mi primaria y secundaria la realicé en el instituto Inmaculada Concepción, me gradué de bachiller en ciencias y letras. Entré a la Universidad Nacional Autónoma, soy cuenta 87, a estudiar administración de empresas, y luego me pasé a ingeniería civil, no terminé, no logré graduarme; lo más cercano a que quedé trabajando, de acuerdo a lo que estudié en ingeniería civil, fue haciendo avalúos para cooperativas y bancos.

¿Para un artista hondureño es difícil vivir del arte?

Quisiera decir que hemos estado viviendo de forma digna, de hacer cine y hacer teatro, pero no se puede; así que nos dedicamos a hacer avalúos, de ahí tomamos un capital para poder explotarlo en otros negocios, tuve un copicentro, una farmacia y eso me permitía darme el lujo para hacer algo que me apasiona, sin el temor de quedar en la vil pobreza.

¿Cuándo se da cuenta que quiere ser actor?

Hay muchas personas que desean tener una oportunidad y cuando la tienen se dan cuenta que no nacieron para eso. Una vez Tito Ochoa me dijo: “el que va a ser actor ya nace”.

Muchas personas entran a una escuela de teatro pensando que van a salir actores de ahí, eso está lejos de la verdad. Cuando yo estaba en la escuela me cuentan algunos compañeros, que aún veo todavía, que cuando la maestra decía que había que dramatizar algo, quien se ofrecía era yo.

Muchos niños ya nacen con ese gusanito por actuar. Por eso la gente dice: ese niño es muy tranquilo y de otros dicen: ese es payaso, es hiperactivo.

¿Usted también se la da de cantautor?

Compuse algunas canciones allá por el 78 y 79 y ahí me descubrí como compositor. En 1986 participé en la OTI nacional con la canción “Tal como eres”, que yo mismo compuse, y es que me defiendo hasta con la guitarra.

Un amigo me vio cantando y me dijo que tenía madera para actuar y me invitó a una obra donde andaban buscando cantantes que pudieran actuar o actores que pudieran cantar. Vito Suazo, a quien ahí conocí, me pidió que hiciera el papel de un rebelde para una obra que era una adaptación de “Alicia en el país de las maravillas”, eso fue allá por los años 80.

Después actué en teatro La Reforma. El amigo Mauricio Medina estaba involucrado en una obra y me llevó a audicionar y me quedé. Tuve la suerte de trabajar con Felipe Acosta, por mencionar a alguno de los actores que había en ese entonces.

¿En qué obras teatrales ha participado?

Durante un tiempo hice entre diez y doce obras en diferentes temporadas. Trabaje en “Prohibido suicidarse en primavera”, “Horas extras”, que ha sido una de las más taquilleras, y en “Te pasaste de la raya”, entre otras, hasta que en 1999 tuve la suerte de que me invitaran a una audición para hacer cine.

¿Hasta cuándo estuvo en el teatro?

Yo todavía el año pasado actué. El año pasado participamos con una obra que se llama “Suegras bárbaras”. Con esta obra inició funciones el Teatro Athanor.

¿Le trajo algún recuerdo “la suegra”?

¡Ja, ja, ja, ja, ja! Se trata de la guerra que le hacen ciertas suegras a los yernos o a las nueras. En ese caso era todos contra todos, se pudiera decir.

Es una historia interesante. Yo hice de esposo mayor de una chica que tenía 35 años. Una de las cosas interesantes del teatro Athanor es que están tratando de rescatar precisamente eso, de tener actores con madurez, que ya estamos avanzaditos en edad. Ahora el teatro se está viendo de una forma profesional.

¿Entonces cuándo entra a realizar cine?

Bueno, en el 99 mi buen amigo y escenógrafo Marcos Licona me dijo que estaban haciendo audiciones para “algo”, lo que nunca me imaginé es que era para un largometraje, y yo ni siquiera había actuado en un cortometraje.

Él me lo dijo porque yo había hecho muchos comerciales para televisión y pensé que se trataba de eso; cuando fui me encontré con la sorpresa de que se trataba de una película, con tanta suerte que me quedé con el papel del papá de la protagonista.

Hice de Héctor, el papá de Anita, en “Anita la cazadora de insectos”, que fue dirigida por Hispano Durón.

Después de eso participé en una serie de televisión que se llamó “Historia de fiscales”, que estaba programada para 16 capítulos, pero solo se lograron grabar ocho. Por lo de siempre, falta de recursos.

¿En qué otros largometrajes ha participado?

En “No amanece igual para todos”, “Toque de queda”, en “El Xendra”, acabamos de terminar “Once cipotes” y a finales de este mes o principios del otro empiezo a trabajar en “Cuentos y leyendas de Honduras”, son seis largometrajes.

En “Cuentos y leyendas de Honduras”, hasta donde sé, no me han dado mi libreto, voy a ser un hacendado, en la historia de la Siguanaba o la sucia.

¿Y cortometrajes?

Hemos trabajado en varios cortometrajes, uno que más satisfacciones me ha dado por la trascendencia que ha tenido a nivel internacional es “El profe”, dirigido por Ángel Maldonado, que ganó el primer lugar en el festival de cortos de diario EL HERALDO, además de otros dos primeros lugares en festivales internacionales.

Ha trascendido con buen suceso. Aparte de este, he trabajado en tres o cuatro cortometrajes más, pero el último que me ha dado grandes cosas y que yo pude dirigir, con satisfacciones, es “Sonrisas perdidas”, que participó en el festival de cortos de cine para las calles, el festival de cortos más grande de México; me quedó la satisfacción de haber actuado en él, y sobre todo, que yo lo pude dirigir, lo pude producir.

¿El dirigir es otro paso?

Yo pienso que la gente que llega a tener mucha experiencia actuando y siente la necesidad de enseñar a las personas con quienes interactúa, lo menos que puede hacer convertirse en director. Yo sentí esa necesidad y quería probar que lo podía hacer y lo probé.

A pesar de las circunstancias adversas que se le dan a uno por las cuestiones económicas, yo sé en mi corazón que voy a seguir haciendo cine y dirigiendo. El hacer cine en parte es encontrarse uno mismo.

¿Con qué equipo filman?

En Honduras sucede una curiosidad, hay pocos cineastas, gente que ha estudiado cine en Cuba, unos 20 o 22, sin embargo, ni siquiera puede decir que están siendo desplazados por las personas que están haciendo cine, que en realidad son publicistas; pero la razón para mí es bien sencilla, los publicistas tienen el equipo y después de que dejan de hacer trabajos de publicidad se toman el tiempo de hacer cine, aunque sea cortometrajes.

Y los cineastas o no están en el país o los que están no están haciendo cine, sino que están haciendo otras cosas, están siendo desplazados por los publicistas.

Yo nunca me he dedicado a la publicidad más que a servir como modelo, tengo grabados más de 30 comerciales hasta ahora.

No tengo cámaras, pero en el colectivo hay un montón de gente joven, entusiasta, que son publicistas que se están dedicando al cine y tienen mucho conocimiento técnico y la bondad de esta gente de prestar el equipo para que uno pueda hacer cine es inmensa.

¿Qué tan grandes son las limitantes para hacer cine?

Yo me quisiera dedicar cien por ciento al cine, y es lo que le decía: ¿se puede vivir del cine? Pregúnteselo sí o no, es decir no.

Como actor uno no puedo vivir de esto, pero hay otras cosas a que le estoy apostando, como ser a una revista. Normalmente en el país han salido revistas que hablan del cine internacional, pero yo quiero una revista que hable del cine nacional, porque hay suficiente material para llegar al público y que la gente sepa que hay un montón de artistas, de actores y técnicos que vale la pena conocer.

Ahora, ¿su esposa es actriz?

De hecho la conocí en el rodaje de la película “Anita la cazadora de insectos”, es la hermana de Hispano Durón, así que no solo nos quedamos con la satisfacción de haber hecho la película sino que me quedé con la hermana del director, ¡ja, ja, ja!

Yo no creo que a Hispano lo haya hecho muy feliz, pero el asunto es que nos hicimos familia a la fuerza. Con Rosicler Durón tengo dos hijos, Cairo Alejandro y Rodrigo Zahír Osorto Durón, pero por aparte tengo dos hijos más: Jorge y Andrea Osorto Pinto.

¿O sea que ahora está fijo en las películas de Hispano Durón?

¡Ja, ja, ja, ja! mire que ahorita Hispano está estudiando en Kansas, está sacando su doctorado en cine antropológico y yo sé que él va a encontrar un gran reto cuando regrese, porque él tiene muchas ganas de hacer cine, y nos ha probado a las personas que estamos haciendo esto que con pocos recursos se puede hacer cine y a eso le estamos apostando.

¿Cuáles son sus expectativas a futuro?

Para mí el cine en Honduras no ha despegado. Hemos encontrado estímulos muy importantes como el festival de EL HERALDO, que nos ha demostrado que hay gente plasmando en la pantalla grande buenas historias, buenas actuaciones, buen sonido, buenas fotografías.

¿A nivel regional cómo anda el cine hondureño?

El año antepasado una joven cineasta de una institución que se llama Ibermedia, que es una organización internacional que apoya al cine a nivel iberoamericano y que radica en Venezuela, vino a darnos un taller al festival Ícaro y entre las estadísticas que se manejaba está que Honduras es uno de los pocos países, sino el único, el término que ella mencionó, que hacía cine y recuperaba la inversión, es decir que en otros países consiguen dinero para hacer cine y ni siquiera recuperan la inversión.

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