El Papa Juan Pablo II lo llamó “el santo de lo ordinario” durante un acto en la Plaza San Pedro, un día después de su canonización el 7 de octubre de 2002.
Las palabras del entonces sumo pontífice develaron la vida y obra de un hombre al servicio de Dios, “escogido por el Señor para anunciar la llamada universal a la santidad y para indicar que las actividades comunes que componen la vida de todos los días son camino de santificación”.
Y es esa santificación, ese dar a conocer todos los días a Cristo en su conducta y esa entrega a los demás, lo que definió la vida de San Josemaría Escrivá de Balaguer.
En el marco de su fiesta, que se celebra este martes 26 de junio y que coincide con el día de su muerte en 1975, hacemos un recorrido por su vida y obra, su legado espiritual, su encuentro con Honduras y la institución que él fundó: el Opus Dei.
QUIÉN ERA. Desde muy pequeño tenía un enorme espíritu de servicio a los demás.
“Tú, sabio, renombrado, elocuente, poderoso: si no eres humilde, nada vales. Corta, arranca ese ‘yo’, que tienes en grado superlativo –Dios te ayudará–, y entonces podrás comenzar a trabajar por Cristo, en el último lugar de su ejército de apóstoles”, esta frase suya define la sencillez con la que vivió.
San Josemaría nació en Barbastro, Aragón, España, el 9 de enero de 1902 en un hogar creyente y ejemplar. Fue bautizado con el nombre de José María Escrivá Albás.
Sus padres eran José Escrivá y Corzán y María de los Dolores Albás y Blanc. Fue el segundo de seis hermanos.
Después de obtener su doctorado en la universidad, fue ordenado sacerdote en 1925 y se dedicó al apostolado.
Dedicó las mejores horas de su juventud a la atención de enfermos y niños desvalidos de los barrios pobres de Madrid.
Su espíritu alegre y jovial le hizo ganarse el corazón de muchas de personas a quienes guió por el camino del bien.
Falleció en Roma el 26 de junio de 1975 luego de que su salud se viera deteriorada a causa de la diabetes. Fue beatificado por Juan Pablo II el 17 de mayo de 1992 y canonizado el 6 de octubre de 2002.
UNA OBRA DE DIOS. El 2 de octubre de 1928, San Josemaría Escrivá de Balaguer fundó el Opus Dei (Obra de Dios en latín), una institución jerárquica de la Iglesia Católica, una prelatura personal, que tiene como finalidad contribuir a su misión evangelizadora.
El Papa Benedicto XVI, siendo entonces cardenal Joseph Ratzinger, escribió un artículo en L’Osservatore Romano, en el que define el nacimiento de esa institución en el seno de la Iglesia Católica.
“Escrivá sabía que debía fundar algo, y a la vez estaba convencido de que ese algo no era obra suya: él no había inventado nada: sencillamente el Señor se había servido de él y, en consecuencia, aquello no era su obra, sino la obra de Dios. Él era solamente un instrumento a través del cual Dios había actuado”.
Según Mario Montoya, director de la Oficina de Información del Opus Dei en Honduras, los pilares fundamentales de la institución son la santificación del trabajo y la vida ordinaria, que consiste en encontrar a Dios en la vida cotidiana y el sentido de solidaridad, caridad y servicio, sirviendo a la Iglesia, obispos y a la comunidad.
Hasta el último día de su vida, Josemaría Escrivá dedicó todas sus energías y todo su tiempo a extender y a perfeccionar la obra que Dios le había encomendado.
El principal apostolado que realizan los fieles de la prelatura del Opus Dei es el que cada uno lleva a cabo en su propio ambiente, sin formar grupo, como expresión natural y espontánea de su compromiso cristiano. El Opus Dei tiene y difunde solamente la doctrina de la Iglesia Católica.
Pertenecen al Opus Dei más de 85,000 personas. El 98 por ciento son laicos (hombres y mujeres) y la mayoría, casados. El 2 por ciento restante son sacerdotes. En Honduras los fieles llegan al millar.
Mario Montoya explicó a EL HERALDO que todos los proyectos e iniciativas del Opus Dei son con fines apostólicos.
Nacen por la espiritualidad que vivió y trasmitió el Padre Josemaría Escrivá de Balaguer, donde cada uno debía de asumir su espiritualidad y responsabilidad con la sociedad. “Con su ejemplo y autenticidad de vida, el padre Josemaría influyó y sigue influyendo en la vida de muchas personas, llegando a tener un efecto multiplicador. En aquellos lugares y personas en donde el Opus Dei no llegamos, llega él, a través de una estampa, un libro o un testimonio”, explicó.
AFECTO POR HONDURAS. Pero la historia de San Josemaría con Honduras no es nueva. Él sabía de este país antes de sembrar la semilla de su institución y lo tenía en cuenta en su corazón.
Durante la Guerra Civil Española (1936-1939) muchos sacerdotes y religiosos fueron perseguidos y más de 1,600 fueron asesinados. En la búsqueda de un refugio, personas buenas lograron que San Josemaría fuera recibido en la Legación de Honduras en Madrid, donde permaneció desde marzo hasta agosto de 1937 con unas 60 personas más.
Por eso en reiteradas ocasiones, manifestó el profundo agradecimiento que debía a Honduras por haberle salvado la vida. Nunca olvidó su deuda de gratitud y por eso rezó mucho por este país.
Al salir del Consulado, San Josemaría llevó a Jesús Sacramentado dentro de una cigarrera de plata envuelta en una bolsa de tela con la bandera y sello del Consulado de Honduras, de esta forma podía dar la comunión a quienes no habían podido recibirla desde el comienzo de la guerra.
Pero, ¿qué significa este evento para los miembros del Opus Dei en Honduras?
“Es algo que nos marca muchísimo y se ha demostrado. Él era un hombre agradecido. Y lógicamente lo que significó para él la Legación de Honduras en aquel momento difícil de persecución, donde se les brindó protección a él y cinco personas más, se ve reflejado en sus constantes oraciones por esta nación. Que él pone de manifiesto en su libro Camino”, explicó Montoya.
Y esa gratitud y afecto lo trasmitió a sus sucesores, quienes tienen la bandera y un cuadro con monedas hondureñas en la pared frontal de la oficina del Prelado del Opus Dei en Roma.
Ese fue apenas el primer acercamiento con un país donde el Opus Dei inició en 1980, cuando un grupo de hondureños, entre ellos monseñor Luis Alfonso Santos, solicitaron su instalación por escrito a la Prelatura en Roma. Su apostolado comenzó con un curso de retiro para jóvenes universitarios y un retiro para padres, que motivó al envío de dos sacerdotes y dos laicos para iniciar la labor evangelizadora.
El objetivo inicial de las residencias universitarias era ofrecerle a los jóvenes que venían del interior del país a estudiar a la capital, un lugar cómodo donde vivir en un ambiente de familia.
Luego las residencias se convirtieron en un programa complementario de dos centros universitarios: Guaymura (para varones) e Ilama (para mujeres) que abrieron sus puertas a los universitarios a través de una serie de actividades culturales, sociales, de formación y proyección social, dirigidas a elevar su índice académico y profesional.
Además desarrolla una serie de proyectos como el instituto Taular, donde se forman niños de escasos recursos con excelencia académica. El Programa Uno con Uno que realizan muchachos del centro Guaymuras para dar reforzamiento a niños de escuelas de la capital. La Escuela Hotelería Los Sauces, que brinda oportunidades para mejorar sus condiciones de vida a jóvenes campesinas del país. La clínica médica Aragua es un centro para el desarrollo rural y comunitario ubicado en Zambrano.
Y el Club Juvenil Espavel, un centro de complementación educativa para niños y jóvenes, donde reciben asistencia educativa con sus tareas y estudios y ofrece además actividades extraescolares de sano entretenimiento.
Este es el legado de un santo a quien sus sucesores llaman Padre o Fundador: un llamado a los bautizados a alcanzar la santidad realizando nuestro trabajo y actividades diarias con un espíritu cristiano.
Y como dijo Juan Pablo II: “San Josemaría Escrivá ha gastado su vida en servicio de la Iglesia. Los sacerdotes, los laicos que siguen los más diversos caminos, los religiosos y las religiosas encuentran en sus escritos una fuente estimulante de inspiración”.