Sofisticados como siempre, con sus camisas blancas, lavadas con cloro, y las gorras que hacen juego, elementos de la fuerza policial de Roma estaban en la Escalinata de la Plaza de España un cálido día de otoño, merodeando en busca de delincuentes.
“¡Mira, Stefano! Ahí hay otro comelón”, dijo un policía al otro antes de acercarse despreocupadamente a una pareja perpleja que había empezado a masticar alimentos de aspecto inofensivo, cuando estaba sentada en los escalones.
Los culpables, una pareja de turistas extranjeros, se habían acomodado en el lugar, uno de los más famosos de Roma. Tenían los artículos objetables en las manos: sándwiches. Los policías se abalanzaron, y tras mucha gesticulación con las manos, la pareja envolvió los sándwiches y se alejó arrastrando los pies, con aspecto avergonzado.
Estaban violando –muy probablemente sin querer– una ordenanza municipal que entró en vigor en octubre. La normativa prohíbe comer y beber en zonas de “particular valor histórico, artístico, arquitectónico y cultural” en el centro de Roma, para proteger mejor los monumentos de la ciudad, que incluyen lugares muy conocidos como el Coliseo, el Panteón y la Escalinata de la Plaza de España. Las multas llegan hasta la más alta de 650 dólares para los reincidentes culinarios.
LA DECISIÓN. Desde hace mucho, las ciudades italianas, incluida Roma, han promulgado normativas para proteger a los monumentos de los turistas (y habitantes) maleducados. Sin embargo, tras un paseo reciente por el centro de la ciudad, donde vio a varias personas que se ponían cómodas, literalmente, el alcalde de Roma, Gianni Alemanno, decidió que se necesitaba tener normativas más estrictas.
“Había gente acampando, y no pudimos quitarla”, dijo Antonio Gazzellone, el consejero municipal responsable del turismo, notando que es posible que hubiese habido licor de por medio. La ordenanza que también prohíbe acampar o “colocar camas improvisadas, les regresará a los monumentos su decoro apropiado”, dijo. “Es necesario proteger a Roma, respetar su belleza”. Sin embargo, ya ha habido algunas quejas en toda la ciudad.
Hace poco, un dependiente llamado Massimo se alejó rápidamente con su almuerzo después de que una policía hizo sonar su silbato en forma contundente hasta que dejó de comer su sándwich en la Escalinata de la Plaza de España.
“Me parece que la policía municipal tiene cosas más importantes que hacer que lidiar con personas que comen sándwiches”, comentó Massimo, quien pidió no usar su apellido porque, después de todo, acababa de violar la ley.
A otros les preocupaba que la normativa sea demasiado general. “A partir de ahora, multarán al turista que camine alrededor del Coliseo con un barquillo con helado”, notó Angelo Bonelli, un militante del Partido Verde de Italia, quien objetó flagrantemente la prohibición comiendo un sándwich frente al Panteón, mientras provocaba a un policía municipal.
NO ES LA PRIMERA. Roma ha aprobado cualquier cantidad de prohibiciones durante los últimos cinco años, contra las prostitutas, los indigentes y los hombres que se quitan la camisa en los parques para asolearse, notó Bonelli, a menudo, con pocos resultados.
“No puedes gobernar con prohibiciones”, dijo Alemanno. “Es un signo de su incapacidad para controlar la ciudad”.
Muchos romanos están de acuerdo. Un sábado reciente, unos cuantos cientos de manifestantes se reunieron en un mitin relámpago en la escalinata que lleva al ayuntamiento, masticando pizza y “panini” mientras los policías registraban a los infractores. “Panino no es un delito”, escribió un asistente en su página en Facebook.
Otras ciudades italianas, donde coexisten turistas y residentes en un delicado equilibrio, también han tomado medidas para promover la civilidad y la buena educación.
Este verano, Venecia –junto con la asociación de negocios en las plazas– contrató a ocho personas para que fungieran como “guardianes” de San Marcos, que respondan a varias preguntas, como: “¿Dónde encuentro el Coliseo?”, dijo Marco Agostini, el director general del ayuntamiento y no solo informar cortésmente a los turistas que el Coliseo está en Roma, sino también dirigirlos a los jardines a la vuelta de la esquina, donde comer al aire libre es legal.
También en Florencia, este verano se empezó a acordonar los escalones de la catedral de la ciudad, donde se pide a los visitantes que no se sienten. Guardias vigilaron de 10:00 AM a 5:00 PM cada día, “pero, de hecho, fuera del horario, la gente regresaba a sentarse ahí”, dijo Ambra Nepi, la portavoz de la Opera di Santa Maria del Fiore, que supervisa la basílica y los monumentos religiosos cercanos.
Nepi dijo que comprende que Florencia puede ser cara para algunos turistas, de ahí los almuerzos en bolsas, y que es claro que hay una falta de bancas en el centro de la ciudad. Sin embargo, algunos visitantes “abusaron de la situación” y se tumbaban en los escalones de la catedral a asolearse o tomar la siesta, contó.
“La gente necesita saber que, después de todo, se trata de una iglesia”, agregó. “Es una forma de educar al visitante, y no salimos con armas”.
Gazzellone, el jefe de turismo en Roma, desestimó las inquietudes de que se fuera a multar a los visitantes que pasean con helados o rebanadas de pizza, “siempre que tiren cualquier basura en los basureros”. Es más una cuestión de civilidad, dijo: “No comerías pizza ni tirarías salsa de tomate por toda la escalera de la Casa Blanca en Washington”.
Se debe renovar la prohibición a final de año, dijo, pero eso se considera una formalidad.
“Veremos cuáles son los resultados”, dijo sobre el bando nuevo. “Personalmente, espero que nunca se aplique, porque ello significará que los ciudadanos y los invitados de Roma entendieron cómo comportarse. Espero que no ganemos ni un centavo, porque ello significará que se está respetando a la ciudad y a su belleza”.