Editorial

La problemática en la UNAH

Las clases en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) -campus de Tegucigalpa- se vieron esta semana nuevamente interrumpidas por un grupo de supuestos estudiantes que, en esta ocasión, se unieron a las protestas de docentes y maestros en contra de los decretos de reestructuración presupuestaria para las áreas de la educación y la salud, que impulsaba el gobierno.

Pero esta no es la primera vez. En los últimos años, los supuestos estudiantes, con sus rostros cubiertos, han venido utilizando esta práctica para llamar la atención de las autoridades a problemas propios del quehacer de la UNAH, aunque, en las últimas semanas incluyeron en su agenda temas extrauniversitarios, como la problemática en el Infop y su oposición a la ley marco de la seguridad social, la lucha contra la corrupción y la impunidad, entre otros.

Y nadie duda ni cuestiona que están en todo su derecho de hacerlo, siempre y cuando las demandas se planteen en los canales respectivos y las acciones que se emprendan no conlleven consecuencias a terceros.

Está claro que estos problemas en la UNAH solo se resolverán a través de un diálogo amplio, transparente y sincero entre las partes en conflicto. Un diálogo en el cual no tengan cabida los representantes de grupos y sectores extrauniversitarios interesados en mantener el caos y la anarquía en la alma máter.

Este debería ser el momento propicio (al cierre del primer período académico) para iniciar este camino, un camino del cual deben sacar las manos los políticos y otros grupos sociales que pudieran estar manipulando al movimiento estudiantil para llevar agua a sus molinos, y dejar que los jóvenes desarrollen su pensamiento crítico en función del interés nacional y no de grupos particulares o personales, que les dejen crecer en libertad, les enseñen los valores de la tolerancia, la solidaridad y la transparencia. Que se les permita ser actores protagónicos del proceso de formación académica.