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Un niño fue bautizado

los trece días de nacido en Tegucigalpa, un 3 de octubre de 1792, sus padres, Eusebio y Guadalupe, cumpliendo con el ritual católico, lo llevaron a la Iglesia Parroquial del Señor San Miguel de Tegucigalpa, recibiendo el agua bautismal por parte del sacerdote Juan Francisco Márquez, cura vicario, juez eclesiástico. Su madrina fue la viuda Gertrudis Ramírez.El nombre completo del infante: José Francisco Morazán Quesada, varón que llegaría a destacarse tempranamente por su apoyo incondicional a las causas independentista y unitaria de la América del Centro, al punto de ofrendar su vida por la defensa de sus ideales, legando un inmortal ejemplo de valor, honestidad, integridad, patriotismo, heroísmo, sacrificio.

Uno de sus principales seguidores, quien influyó ideológicamente en su formación política, fue precisamente el sacerdote que lo bautizó: el padre Márquez, hoy relegado al cruel e injusto olvido. Marquéz nació en Tegucigalpa en 1787, falleciendo en Güinope el mismo año en que su discípulo fue asesinado en Costa Rica: 1842, aquel en marzo y este en septiembre.

En Guatemala se graduó de Bachiller en Filosofía (1804) y en Derecho Civil (1808), retornando a Honduras, desempeñando la cátedra de Latinidad en el Seminario de San Agustín, Comayagua, siendo vicerrector del mismo; ordenado sacerdote en 1810, ocupando los curatos de Gracias, Tatumbla, Yuscarán.

Al discutirse la Constitución liberal de Cádiz, Márquez insistió que los mulatos debían tener derecho al voto en las elecciones para Ayuntamiento de dicho poblado, moción que fue aprobada. En 1822 fue electo Diputado por Tegucigalpa al Congreso Constituyente de México y en 1823 parlamentario al Congreso que proclamó la segunda independencia y la organización política de Centroamérica. Influyó para que Tegucigalpa no declarara estado independiente y conviniera formar uno solo con Comayagua.

Electo para la Asamblea Constituyente de las Provincias Unidas, formó parte de la comisión que redactó el proyecto de Constitución Federal.

Íntimo amigo de Dionisio de Herrera y Morazán, con este entabló sólida amistad cuando este se refugió en Texíguat, en donde su hermano Benito ejercía el curato. Al triunfar el liberalismo hondureño, Márquez fue electo Presidente de la Asamblea Ordinaria, promulgando legislación que impuso a la Iglesia la fiscalización estatal.

A petición de Morazán, el Arzobispo Casaus nombró a Márquez Provisor y Gobernador del Obispado de Comayagua. Como legislador presentó la moción, aprobada y posteriormente derogada, que autorizaba el matrimonio civil de los sacerdotes.

Ramón Oquelí lo califico de “sacerdote de extraordinaria personalidad, reputado más como orador que como literato”. Rolando Sierra escribió: “El cura Márquez se anticipó a su tiempo, dictó las leyes más avanzadas de su época: el reglamento de imprenta, la ley de elecciones, la orgánica de justicia, creó las disposiciones para establecer un cuño capaz de amonedar...”. Morazán, Herrera, Márquez, Cabañas, Rivera, unidos en pensamiento y acción, loor a su memoria.