La madame que por una década nos convocó a jornadas culturales en su casa, y que descendía de emblemáticas familias de Valle de Sula, dejó de hablarnos e invitarnos tras el golpe de Estado en 2009, pasando Helen Umaña, Armando García y este autor al rango de exiliados intelectuales, pues entendió que las ideologías conflictuaban y que estos sus fráteres o panas eran progresistas y que rechazaban la asonada empresarial y castrense del 28 de junio.
Tiempo después precisó la situación: “a mucho orgullo somos oligarcas”, dijo, “no congeniamos con los izquierdistas”. Pero estaba muy errada, ya que según mis diccionarios de filosofía, ideología y política, la oligarquía es “forma de gobierno en que ejerce el poder una minoría”, que ella ni cercanamente era. Pues aunque acaudalada y recipiente de cuantiosos bienes por parte de sus honrosos antepasados, en el plano político era cero.
La oligarquía es una “élite con poder e influencias sobre un gobierno” (la palabra griega lo indica: “pocos que mandan”), lo que además implica a grupos con mucho rango económico (anchas propiedades, tierras y capitales) que influyen en medidas estatales y que incluso ocupan cargos políticos. Esto último rara vez sucede en las oligarquías contemporáneas (caso ministros de Trump).
Los emperadores de la antigüedad que gobernaban a favor de sus socios, tipo las castas burguesas (Medici) de Florencia durante el Renacimiento, eran oligárquicos por su influencia en el comercio internacional y su enriquecimiento, como lo fue el apartheid sudafricano, donde la minoría blanca imponía a la mayoría negra leyes segregacionistas que les impedían desarrollarse cual seres humanos.
Para Platón y Aristóteles, la oligarquía era un modo corrupto de la aristocracia actuando en propio beneficio y de allí que Jenofonte acuñara el término “plutocracia” (gobierno de ricos), lo que, curiosamente, y sin ser millonarios, se equipara con cierto abuso que hizo Stalin de principios del leninismo, ya que invistió a sus compas como cuadros o “vanguardia” del pueblo, una élite de “únicos” líderes capaces de guiar la masa a la revolución socialista, algo así como milenaristas o, según término por ellos empleado, la “intelligentsia” o cerebro del partido.
Viene al tema porque el brillante economista y pensador norteamericano nada izquierdista, Jeffrey Sachs (42 Doctorados Honoris Causa, Legión de Honor francesa, catedrático en Oxford y Harvard, autor exitoso), afirma en una entrevista que lo hoy entronizado en EUA es gobierno oligárquico y plutocrático, su cúpula constituida por Elon Musk, director de Tesla y SpaceX, el hombre más rico según Forbes, con una fortuna de US$427,500 millones; Linda McMahon, con 2,900 millones de dólares, ahora secretaria de Educación; Howard Lutnick, secretario de Comercio y accionista mayoritario de la financiera Cantor Fitzgerald; Warren Stephens, próximo embajador en Reino Unido y que ostenta un patrimonio ascendente a US$3,400 millones; Jared Isaacman, con US$1,900 millones; Doug Burgum, exgobernador de Dakota del Norte, nuevo secretario del Interior, Steve Witkoff y otros, enviado especial a Oriente Medio y que dispone de US$1,000 millones en su hermosa cartera. Dios los cría.