Columnistas

Pragmatismo político

El pragmatismo está de moda en la política, especialmente en esta época de ideologías moribundas y plásticas.

Recuerdo a un colega alemán que se manifestaba patidifuso en 2009 ante los argumentos electorales de la hoy veterana canciller germana Angela Merkel, en aquel tiempo en búsqueda de su segundo mandato. Afirmaba que ella le había “robado banderas” a todos los adversarios, haciendo complicado diferenciarlos. “En algunos temas la escuchas y suena como socialdemócrata, en otros pareciera que estás ante una verde o una liberal, ¡pero no deja de ser socialcristiana!”, concluía el amigo, visiblemente afectado. Casi tres lustros después, se reconoce su filosofía pragmática como una de las características de “Mutter Angela” (Mamá Angela), que le han permitido impulsar decisiones de interés colectivo que trascienden posiciones ultramontanas, lograr coaliciones de gobierno imposibles y bregar en un mundo dominado por hombres, con crecientes visiones extremas de la política.

En la política internacional moderna hay varios ejemplos de personajes etiquetados de “pragmáticos”: el norteamericano Barack Obama y el italiano Matteo Renzi, por citar un par. Su filosofía de anteponer la acción que ofrece soluciones a los problemas, la práctica y sentido común que busca resultados tangibles ante los desafíos, descartando fundamentalismos y dogmatismos que inmovilizan y se resisten a la autocrítica, es bien valorada por muchos en la actualidad. Los detractores de esta forma de hacer política interpretan en ello gobernar según conveniencia, alejándose de principios, valores e ideales. En realidad, mientras el objetivo siga siendo el bien común y no se utilice el argumento de que el fin justifica los medios, un liderazgo pragmático y sensible probablemente reconocerá que, para convencer a otros a acometer grandes empresas, se necesita ética, una meta clara por alcanzar y la inspiración que solo proveen los sueños.

Asumir riesgos y enfrentar apuestas inciertas será por tanto una de las principales características de un liderazgo político inspirado por una filosofía pragmática, aún y cuando eso le haga ir en contra de la opinión de su base de apoyo más fiel y deje patidifusos a sus contrarios. Cuando todos coincidan en algo, quizás se atreva a proponer una salida más práctica para lograr el objetivo, aunque ello implique morderse la lengua y sentarse con adversarios. Procurará superar las diferencias con ellos, concentrándose en las coincidencias de intereses y necesidades -por encima de las posturas, aparentemente irreconciliables- dejando claro en el proceso sus “innegociables” (usualmente principios y valores), porque no se trata de sacrificarse a sí mismo y su alma, sino de dejar en claro la casilla del tablero en que se encuentra. Consciente de la coyuntura histórica (la posición en la partida) sabrá seleccionar el movimiento más efectivo para lograr resultados satisfactorios.

Dice la leyenda que Alejandro Magno se encontró un nudo imposible de desatar en Gordio (Frigia) y resolvió el problema contundentemente, cortándolo de tajo: momento ejemplar de un pragmático que llegó lejos.