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Narconovelas, ¿un problema?

En los últimos años la cultura popular ha sido permeada por novelas en las que los protagonistas son grandes narcotraficantes. Por supuesto que esto tiene unos efectos en cómo son percibidas estas actividades delictivas. Estoy de acuerdo en que estas historias convierten en héroes a quienes en realidad son villanos. Hasta se adoptan palabras y formas de hablar, sobre todo en los más jóvenes, quienes encuentran un modelo a seguir en estos personajes.

En más de alguna ocasión se ha propuesto que este tipo de productos, ya sea en formato de libro o audiovisual se prohíban. Sobre esto no puedo estar más en desacuerdo. Y planteo aquí mis puntos. Las prohibiciones son un retroceso a una época en la que existía un índice de lo que se podía leer o no. Es la peor forma de abordar un tema que puede ser considerado un problema social.

Las novelas sobre mafiosos no son cosas del presente, basta con pensar en “El padrino”, de Mario Puzo, para encontrar un ejemplo paradigmático. Se han escrito a lo largo de la historia de la literatura, el cine y la televisión, y aunque pueda parecer coherente pensar que es el germen de ciertos males de la sociedad, pienso que no es así.

Considero que hacer como que no existen es solo la muestra del enorme fracaso de nuestra sociedad. Prohibir su distribución dentro del país solo querría decir que los hondureños carecen de capacidad para el pensamiento crítico. Siempre insisto en que una persona con una formación al menos correcta debe ser capaz de ver o leer lo que sea, sin que sea objeto de manipulación. No es poniendo una restricción a los medios de comunicación que se lograrán frenar males como la violencia o la asociación ilícita. A ese objetivo sólo se llegará con el desarrollo de una educación de calidad y, sobre todo, el desarrollo del pensamiento crítico.

Lo único que detendrá la pobreza, la delincuencia, el narcotráfico y el subdesarrollo será el verdadero trabajo como país, no una prohibición. Y si esas series de televisión o telenovelas se han popularizado es porque el arte o en este caso la artesanía habla del contexto social en el que se desarrolla. Y si sucede narcotráfico en los productos televisivos es porque hay algo de eso en la sociedad. Si quisiéramos extrapolar esto a otros temas habría que comenzar a restringir por una telenovela por aquí, una serie por allá y libros por el otro lado, etcétera. Nos quedaríamos con poco que ver y leer.

No negaré que hacer ver como héroes a ciertos personajes no es del todo deseable, pero se debe entender ante todo que es parte de un contrato ficcional que se establece con la obra. Hay que ser demasiado inocente para creer que la vida es como lo que se ve en dichas series.

Prohibir ni siquiera es práctico, porque en ¿qué casos se haría?, ¿qué deberíamos entender por narconovela? ¿Lo será acaso “Noticia de un secuestro” de Gabriel García Márquez? Hay novelas sobre las maras y pandillas y sobre el narcotráfico que no necesariamente cuentan lo linda que es la vida a espaldas de la ley, porque también se cuenta lo dura y terrible que puede llegar a ser la vida bajo estos sistemas. Tal como sucedió con las películas que dignificaban en extremo la guerra, detrás tuvieron que aparecer otras más críticas y sobre todo que mostraran los resultados atroces de las guerras en la humanidad. Puede que suene repetitivo, pero no me cansaré de decir que la clave está en el juicio crítico, a desarrollarlo es que hay que apuntar.