Columnistas

Narcodemocracia

La fiesta pagana de las democracias en estos países asquerosos de mafias corruptas la pagan los narcotraficantes. Han hecho de la droga un monopolio bajo los faroles de la política, que ha sido cómplice en penetrar los aparatos estatales.

Ese cuento de cultura electoral y la participación ciudadana ha sido un barniz para alcanzar el poderío, pero no bastan votos, eso no lo decide el pueblo, lo dispone el narcodinero que “solidariamente” aporta a la causa los señores que buscan colocar sus piezas y eliminar cualquier sospecha de investigación contra ellos; el dinero de la corrupción también ajusta a drenar todo lo que tenga un poco de finanzas fluidas, serán siempre bienvenidas las campañas presidenciales, congresistas o de alcaldías.

El imperio del narcotráfico sobre las elecciones es un hecho que desencadena la miseria humana y el peligro brutal en que estamos parados, la terrible decisión de marcar un voto en la fotografía y que debajo de ella esté una alijo de cocaína, esa es una perturbadora imagen que nunca podremos olvidar a la hora en que votemos y esto no es una cuestión de los partidos, es un tema de la sociedad hondureña; lo bajo que hemos caído y lo que han llegado las pasiones desmedidas del sector político, donde es común que los carteles de la droga infiltren y coopten al poder público, con el propósito de cubrir con un manto de impunidad sus acciones ilícitas y criminales. Aquí los cárteles se pasean en el territorio con patentes a fin de desarrollar actividades comerciales que sirvan de fachada.

La narcopolítica se acuarteló en Honduras desde los años 70 y dejó reguero de sangre, así como dólares en aquellos oscuros primeros pasos que dio al compás del silencio de autoridades, empresarios y esa mudez colectiva de ese pasado, arrastró a la patria al caos y la dejó sumida en este abismo de certezas y conciencias lavadas.

Hoy por hoy tienen arrinconada la democracia actual. Pasamos del tráfico de influencias al negocio del narcótico, de las capas caídas a los capos en ascenso con miras a admitir el mando con los millones de dólares que dan cuerda al discurso bonito de la seguridad con las manos sangrientas.

Y por las dudas, la política se ha asegurado de poner penas ridículas y cínicas al delito del narcotráfico en el nuevo Código Penal. Este instrumento de leyes es lo primero que ha permeado todo el diagrama del sistema electoral, porque allí es el tapete de los candidatos partidistas que obtendrán los roles de la impunidad.

Históricamente los hondureños hemos tenido escaso interés en el electorado en estos menesteres de la toma institucional; no obstante, es hora de poner los reflectores de la transparencia en una nueva clase política, pues esta generación antigua de oportunistas nefastos debe ser eliminada de tajo en todos los colores y mañas, para que nuevos ciudadanos que no han hecho carrera con trampas y ventajas puedan asumir los retos de la limpieza en la nación. Que vengan otros escenarios y políticos, porque a estos no le tenemos confianza, ni un “gramo”.