Columnistas

Muertes y traumas

La tendencia al alza en hechos ocurridos en calles y carreteras aparentemente es irreversible.

Para nuestro país, y de acuerdo al Observatorio de la Violencia de la UNAH, durante el 2017 los accidentes de tránsito constituyeron la segunda causa de muerte con mayor incidencia, registrando un aumento del 5.8% de los casos, en tanto en el primer semestre del 2018, respecto al semestre precedente, se reportaron 39 casos más.

Buena parte de tales accidentes son prevenibles como parte de las estrategias de seguridad vial, tales como un adecuado mantenimiento mecánico del automotor, el no exceder los límites de velocidad autorizados, impedir que el ganado transite por carreteras, la disponibilidad de un motorista alterno cuando el titular circula intoxicado, el mantener apagados los teléfonos celulares mientras el motorista conduce el automotor, el practicarse periódicamente examen visual y de reflejos por parte del conductor, sobre todo cuando es adulto de la tercera edad, la revisión de los niveles de los líquidos y el estado de las llantas, entre tantas otras necesarias para impedir, en lo posible, hechos trágicos que desembocan en fallecidos y heridos, con secuelas tanto físicas como psicológicas que pueden perdurar indefinidamente, con repercusiones que se extienden a los familiares de las personas directamente involucradas.

Nuestras carreteras no son autopistas en las que no existen límites de velocidad, lo que implica el manejar a la defensiva y con la mayor precaución, recordando que lo inesperado puede ocurrir en cuestión de segundos, cuando es mucho más difícil el evitar un lamentable desenlace.

Circulan miles de vehículos usados que se encuentran en mal estado, que han logrado evadir las inspecciones rutinarias realizadas por las autoridades de tránsito, poniendo en peligro la integridad del conductor, pasajeros y peatones. Estos también deben recibir instrucciones precisas respecto a medidas a adoptar mientras intentan cruzar una vía pública utilizando los puentes peatonales existentes.

Es mejor llegar tarde y vivo a su destino que herido o fallecido, como resultado de un accidente que pudo haber sido prevenido si se hubiera actuado de manera segura. En ninguna circunstancia la prudencia es sinónimo de cobardía, por lo que el machismo debe estar ausente en todo momento, incluyendo aquel en que un hombre se pone al frente de un timón. La masculinidad no guarda relación alguna con el conducir un automotor.

Así, el transportarse seguro de un lugar a otro, en todo momento y circunstancia, involucra a distintos actores: transportistas, peatones, autoridades de tránsito, al unísono en un común propósito: la seguridad vial.