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Inversión extranjera y su clima histórico

Aunque a muchos quizás no nos guste que extranjeros vengan a invertir y saquen provecho mercantil de nuestros recursos y riquezas, lo cierto es que, los negocios que los hondureños no seamos capaces de explotar, en algún momento lo tomarán los extranjeros. La inversión extranjera tiene ventajas y desventajas. Históricamente, la inversión extranjera ha tenido un buen clima en Honduras. En última instancia, ese clima no ha dependido fundamentalmente de lo que los hondureños hayamos hecho o dejado de hacer. Desde el tiempo del presidente Marco Aurelio Soto, las empresas extranjeras tuvieron atractivos rendimientos con amplias concesiones de tierra, exonerados de impuestos y otras garantías de seguridad. Durante las primeras décadas del siglo XX, las grandes empresas estadounidenses tuvieron una gran influencia en la política; tenían el poder de colocar, destituir o mantener a los presidentes que fuesen de su conveniencia mercantil. Fueron muy frecuentes las disputas entre las propias compañías bananeras financiando cada quien a su bando armado para controlar el gobierno y provocando guerras civiles e intentos de golpes de Estado especialmente entre 1920 y 1923. Era un “clima” de inversión extranjera totalmente controlado sin importar la soberanía.

Además de lo conocido sobre la marca histórica de los enclaves minero y bananero, la inversión extranjera en Honduras penetró en otras actividades económicas, se ampliaron y diversificaron los negocios al influjo del comercio mundial y de la dinámica económica interna. Sabido es que el capital transnacional introdujo y avanzó en la diversificación de sus inversiones instalando empresas tabacaleras, cultivo de otras frutas, embotelladoras de refrescos y cervezas, fábricas de manteca, aceite vegetal y jabones; asimismo fundó bancos, hoteles, compañías de transporte (marítimo, aéreo y terrestre), otras explotaciones agrícolas, transformadoras de productos plásticos, importadores/distribuidores de combustibles, etc.

Al influjo y fuerte control del poder político por parte de las empresas bananeras transnacionales, la economía hondureña se conectó con la economía mundial con lo que podemos perfectamente acordar en denominar la “treintena del banano” que consistió en factores ligados a ese guarismo.

En 1930: primer exportador mundial de banano, en 1930 precisamente con aproximadamente 30 millones de racimos; representando el 30% de las exportaciones mundiales y; en esa época, el 30% de la tierra cultivable de Honduras dedicada al cultivo bananero.

Y así, el país se fue moviendo -en gran parte- al vaivén de lo que las inversiones extranjeras fueron considerando conveniente. Simultáneamente se fue estructurando la institucionalidad estatal, quizás más por inercia existencial que por la fortaleza de una visión nacionalista. Gobiernos regulares y gobiernos muy malos. Por tutela internacional fue llegando la democracia formal, coincidiendo con nuevas fases de una diversificación más profunda de las inversiones extranjeras como el ensamblado de productos textiles, cadenas de supermercados, telecomunicaciones, fábricas de cemento y alimentos, explotaciones marítimas, servicios tecnológicos, intermediación financiera, etc.

Actualmente, las ganancias repatriadas de las inversiones extranjeras -directas e indirectas- no han dejado de crecer. La balanza de rentas integrante a su vez, de la balanza de pagos del país, ha venido registrando en las últimas dos décadas, montos mayores a los US$1,000 millones anuales acercándose más recientemente a los US$2,000 (mucho más de lo que ingresa al país como flujo anual). Ese mismo flujo, que había estado regularmente en un promedio de US$1,000-1,200 millones al año, se derrumbó a partir de 2018-2019 a menos de US$500 millones.

El actual gobierno tiene la tarea de recuperar lo que teníamos de flujo y avanzar.