Columnistas

Hospital escuela de la mafia

En los últimos años, el sistema de salud es cada vez más calamitoso y es realmente preocupante; de igual manera, las autoridades de sanidad pública hicieron un juramento hipocrático y hoy, poco o nada han hecho ya que solo se han beneficiado de este.

Por un lado, una joven da a luz en las afueras de las habitaciones del Hospital Materno Infantil por la escasez de espacio y de camas, entre otras cosas; otra llora porque su padre vino a una cita y se infectó de bacterias por la endeble higiene en los pabellones de este, en la sala de emergencias la dantesca imágen de un moribundo al que le falta el aire, porque al médico de turno le faltó el descanso necesario. Esta es la tragedia llamada salud, es la salubridad con predicado de enfermedad e infamia, es la antítesis al purgatorio terrenal, es la privatización en la práctica de un servicio sanitario que en los países desarrollados es público y de calidad, es la agonía de la vida y la muerte por decreto de los principios que norman las reglas mínimas de la humanidad. Entonces, nos dicen que el hospital es un centro público, pero su abecedario de gratuidad y fácil acceso es una pantomima de retóricas ofertas, porque el mundo real refleja que los pobres no tienen derecho a cruzar sus umbrales, si no tienen el privilegio de tener en sus bolsillos el pago de las recetas que prescriben medicamentos que solo existen en las farmacias privadas. Por otra parte, las pastillas de la felicidad embaucadas por los placebos que causan efectos benéficos por obra y gracia de la fe, puesto que, ni la harina, azúcar y polvo de maíz, está prescrito a fin de retornar el equilibrio mancillado por la dolencia patológica. Los medicamentos son el sagrado privilegio de los que aportan sus impuestos con el objetivo de tener retribuciones; sin embargo, conducen a las apuestas de mafiosos quienes se inventan estados de emergencias con la finalidad de comprar directamente a sus amigos y familiares, debido a que practican sus rictus de defraudaciones con licitaciones privadas con miras a embobar a la transparencia de las licitaciones públicas y crear monopolios de ganancias y suministros. Estos reyes de la mentira y de las camorras trafican con la dignidad de las vidas humanas, porque consumar sus hedonismos de vidas de fasto, fragmentan compras millonarias con el propósito de eludir los controles administrativos; pues nos roban 49 centavos de cada lempira que invierte el Estado en salud, estructuran las pirámides del crimen a fuerza de jerarquías y de órdenes que deben cumplirse y dibujan a pulso el fallecimiento de los pobres, fabricando estadísticas de los que merecen seguir viviendo un poco más, y de los que deben de desaparecer del mapa de la historia. Estamos en manos de la muerte, de psicópatas de atesorar fortunas ajenas y en manos de asesinos en serie que, con una firma, un sello, un visto bueno, un refrendo administrativo, y una resolución dictan las sentencias de muerte a nuestro futuro. Honduras es el surrealismo del perecimiento previsible. Es el pasillo por donde pasan las camas que conducen a uno de los infiernos de Dante, es el edificio de los infecciosos del alma, que trasmiten el germen de su maldad en las conciencias de los que han perdido el sentido de la sensibilidad humana. No lo olvidemos, ha salvado vidas, nacieron nuestros hijos y se han realizado operaciones milagrosas; no obstante, hoy ese hospital: es una escuela de mafias nacidas para la impunidad.