Copiar en los exámenes creo que es una actividad tan antigua como los exámenes mismos. Y siempre los que estamos frente a una clase decimos, más por orgullo que por verdad, que los engañados son los estudiantes. Lo cierto es que si un estudiante ha logrado copiar con éxito sin que el profesor se dé cuenta, ha logrado engañarlo a él, al sistema, y claro, también hay que reconocer que es un autoengaño.
Se convierte en un juego; los exámenes, en una especie de cacería, donde ganará el más listo. Copiar en los exámenes es evidentemente una actividad deshonesta, una falta a la ética y demuestra que hay un problema con la escala de valores. De este tema incluso se han hecho investigaciones, y hasta se tienen catalogados los tipos de copia que un estudiante puede hacer en una prueba escrita.
Pero más allá de que es ética y moralmente cuestionable, hay algo en todo esto que nos debe preocupar más. Que copiar sea un recurso tan frecuente entre los estudiantes solamente desnuda las flaquezas más lamentables del sistema educativo. Cuando se prepara una clase se piensa en diferentes tipos de competencias o habilidades que tiene que desarrollar el estudiante, entre ellas las actitudinales. Y aunque a la actitud siempre se la deja en un tercer espacio, después de las conceptuales y procedimentales, muchas veces será la que origine el interés por el conocimiento.
Cualquier estudiante que copie, por la razón que sea no tiene ni la menor idea de lo que está haciendo, es decir, no tiene conciencia de la realidad de las cosas. También es probable que no haya desarrollado correctamente el proceso de aprendizaje. Decía uno de los mejores profesores que he tenido (Francés I) que si es necesario “matarse” estudiando para hacer un examen, la clase no sirve.
Claro, lo anterior puede ser por dos razones: o bien el estudiante no se aplicó, o la clase estuvo mal planificada o mal ejecutada. El principal problema es que los procesos de evaluación están mal planteados y, sobre todo, mal comunicados, porque al final del periodo académico o al final del año escolar todo se reduce a un número y a aprobar o reprobar. Estadística personal después de todo.También hay estudiantes que copian no para aprobar, sino para competir. Porque se nos ha enseñado que las calificaciones, originalmente pensadas para tener una métrica de aprendizaje, son para competir, y en consecuencia hasta se clasifica a las personas.
Entonces, chepear en un examen no es tanto una problemática moral, sino que es el hecho en el que desemboca un cúmulo de fracasos del sistema educativo. Y no me refiero a cuando decimos que es lo mismo copiar que corromper las formas de gobierno, que aunque me parece una analogía válida no me agrada demasiado. Me refiero a que si un estudiante copia, la clase (por lo que sea) ha fracasado.
Y sí, la suspensión de una prueba, una amonestación y otros recursos tradicionales pueden condicionar la conducta, pero eso generalmente no trasciende de lo justiciero a lo correctivo, es decir, no se convierte en una oportunidad de mejora. Claro, es probable que esté pensando en planes ideales hechos por profesores ideales y dirigido a estudiantes ideales, en un país, por supuesto, ideal, en el que copiar es un absurdo, porque no me aporta nada como individuo, salvo la obtención de un número que me escalafona en la escuela, en la vida y (lo más terrible) en la familia.