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Decálogo ético

Primero: no descalifique al otro; segundo: no lo critique de manera destructiva; tercero: no lo juzgue de una manera incorrecta; cuarto: respeta su dignidad (fama); quinto: respeta su privacidad, su integridad y su vida familiar; sexto: respeta las opiniones del otro; séptimo: reconoce que todos nos necesitamos mutuamente; octavo: siempre busque puntos de consenso; noveno: considere a su país como el mayor y principal bien común; décimo: supere el mal con el bien”.

La propuesta de este decálogo ético para los políticos viene de monseñor Rolando José Álvarez, obispo de Matagalpa. Me parecieron interesantes sus propuestas ahora que se ven movimientos de propaganda electoral cara a las próximas elecciones. No es un secreto que la gran mayoría de los hondureños estamos desilusionados con la clase política. Los sucesos de las últimas elecciones y sobre todo los indicadores de desarrollo social de los últimos años dejan al descubierto que hace falta una nueva generación de políticos más capaces y comprometidos con el bien común de la sociedad.

Comentando este decálogo con un amigo dedicado a la política me decía medio en broma: “Entonces, si no puedo hablar de mi adversario político, ¿de qué hablo?”. Me parece que ese es el meollo del asunto. En lugar de centrar la atención en los defectos ajenos, se trata de entender a fondo nuestra realidad como país.

El tiempo corre y los muchos y urgentes problemas sociales aumentan. Si bien es cierto que hemos hecho algunos avances, las caravanas de compatriotas que salen del país nos recuerdan que en los asuntos fundamentales de salud, educación, seguridad ética y jurídica se percibe un franco retroceso. Como he mencionado con anterioridad, antes que las ideas, programas y propuestas de programas de gobierno están las personas.

Es verdad que es necesaria la competencia profesional de los candidatos a diversos cargos públicos, pero en las circunstancias actuales la honestidad, la calidad ética y moral son una cualidad fundamental para cualquiera que opte por un cargo público. Puede servir para aclarar la idea la siguiente anécdota: un técnico de fútbol les preguntó a sus jugadores: “¿En qué momento se ganan los campeonatos?”, después de diversas respuestas el concluyó diciendo:“Los campeonatos se ganan antes de empezar a jugarlos, cuando se elige a los jugadores”.

Elegir a los jugadores políticos leales, respetuosos y honestos. Sería una interesante propuesta que cara a las próximas elecciones los diferentes actores políticos suscribieran un pacto ético mediante el cual se comprometan a ejercer su función política con altura. El decálogo ético propuesto podría ser un punto de partida.

En cuanto a la sociedad civil sería interesante impulsar iniciativas dirigidas a observar y evaluar el cumplimiento de este pacto ético. Observé en otros países diversas entidades compuestas de ciudadanos corrientes que mostraban una especie de calificación ética de los diversos candidatos a puestos de elección popular.

No descalificar, no criticar de manera destructiva, no juzgar de forma incorrecta, respetar la dignidad de todos. Reconocer que nos necesitamos mutuamente pero sobre todo superar el mal con bien. Estoy seguro de que los políticos que suscriban estos compromisos tendrán una gran oportunidad de conquistar el respaldo de tantos miles de jóvenes que ejercerán su voto por primera vez. Ya es tiempo de dejar rezagados los estilos arcaicos de hacer política.