Columnistas

Ningún pueblo debe ser subestimado

Tanto las colectividades como las generaciones cambian en el tiempo, en ocasiones, rápidamente, en otras, lentamente, sin permanecer estáticas, evolucionan, no involucionan. Diversos factores determinan el ritmo e intensidad de las transformaciones políticas, sociales, económicas y culturales, interactuando recíprocamente.

En sistemas coloniales, los colonizados, tras ser conquistados militar, económica e ideológicamente, son sometidos a legislaciones discriminatorias a fin de mantenerlos sometidos y divididos, facilitando así su control y explotación. Eventualmente, sea por medios armados o pacíficos, los vencidos recuperan la libertad. Haití, Vietnam, Camboya, Laos, India, Argelia, Kenia, Angola y Mozambique constituyen ejemplos de lo aquí afirmado.

Bajo gobiernos tiránicos, el terror, la represión y la delación silencian la disidencia, mas no la extinguen: busca formas alternativas para manifestar su rechazo a tales regímenes, que pueden aferrarse al poder sin lograr perpetuarse indefinidamente, aún cuando lo heredan a sus descendientes. La dinastía Somoza es un aleccionador ejemplo: tanto el fundador como su hijo perecieron violentamente, este último presenciando su colapso, pese al incondicional respaldo otorgado por Washington durante décadas.

En Sudáfrica, la minoría blanca, de origen europeo, mantuvo sojuzgada a la mayoría negra empleando violencia, segregación, racismo, con el respaldo político y económico de los gobiernos del mundo desarrollado con inversiones y venta de armamentos. Se asesinó y encarceló a la resistencia. Finalmente, tal sistema se derrumbó gracias a la persistencia y tenacidad de los sometidos.

Ciertos regímenes y partidos políticos se aferran al poder vía elecciones espurias que la propaganda oficial intenta demostrar son legítimas. Espejismo: se engañan a sí mismos, mas no a la ciudadanía.

Porfirio Díaz las convocaba periódicamente hasta su derrocamiento en 1910, el inicio de la Revolución Mexicana. El PRI durante décadas monopolizó el poder, hoy en la llanura.

Otros recurren al autogolpe: Fujimori en Perú, Serrano Elías en Guatemala. Trump intentó similar táctica asegurando haber ganado la reelección y haber sido despojado del triunfo. El recuento de votos demostró, más allá de cualquier duda, la falsedad de su pretensión.

En la elección hondureña del 2021 el oficialismo intentó continuar en el poder apelando a una masiva campaña publicitaria cargada de falsedades, repartiendo millones, jugando con la dignidad cívica popular. Todo en vano: el rechazo ciudadano fue masivo, contundente.

Moraleja: nunca subestimar la voluntad e inteligencia del pueblo.

Quienes llegan a gobernar y aprenden a conocer las aspiraciones colectivas en comunicación permanente con los gobernados llegan a ser capaces de interpretarlas, reconocen que no siempre son infalibles, lo que les permite rectificar rumbos cuando se han desviado. Así, pueden llegar a convertirse en estadistas si logran indentificarse con quienes depositaron su confianza en ellos.