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La Navidad más anticipada

Las personas están desesperadas por ver finalizado el año 2020 y por eso se ha corrido a colocar arbolitos de Navidad. Es cierto, la Navidad no es el 31 de diciembre, pero casi.

Este año me pareció interesante que las fiestas decembrinas, al menos la versión comercial de ellas, nos hayan llegado con mucha anticipación. No había comenzado noviembre siquiera cuando las decoraciones de algunos centros comerciales y hogares ya nos remitían a San Nicolás, el trineo, el pino y las luces. Y solo véame a mí, hablando de un tema que posiblemente en otras circunstancias no habría tocado y en un mes en el que tampoco lo habría hecho.

Los seres humanos tenemos rituales y ciclos. Solemos ordenar las actividades de nuestra vida en días, semanas, meses, años y décadas. Solemos celebrar las aperturas y los cierres de esos ciclos. Todo para sentir que poseemos algún tipo de control sobre nuestras vidas y lo que sucede a nuestro alrededor. Por eso, el final del año encierra la idea de enterrar las cosas que han pasado, sobre todo lo que no consideramos bueno. Y en algún sentido es de esa forma.

Para muchas personas el final de 2020 será el cierre de un ciclo complicado y en algunos casos doloroso, y el razonamiento es que entre más pronto llegue, mejor. Por esa razón anticipar la Navidad, ponernos ya en ella, nos da una sensación de tobogán, de que todo a partir de aquí es cuesta abajo, de que a partir de aquí no se para.

Por supuesto que todos tenemos la esperanza de que 2021 será un año muy bueno. Creemos que la pandemia estará llegando a su fin y volveremos a tener la vida que tuvimos antes. Vida que tanto extrañamos. Y algo de razón puede haber en eso, ya nos enteramos de que es posible una vacuna. También en el caso de Honduras tenemos la esperanza de recuperarnos de violenta arremetida de Eta. Pero no digo nada nuevo cuando afirmo que las cosas no cambiarán solo porque habremos, para entonces, cambiado de año. De todas maneras, está bien sembrar la esperanza, al fin y al cabo, es uno de los valores intrínsecos de la Navidad.

Esta conducta de adelantarnos psicológicamente a la Navidad es normal. Y si sirve para levantar el ánimo de un pueblo que ha estado sumido en el pesimismo natural de la situación que se ha vivido, me parece que es hasta bueno. Es necesario un poco de oxígeno, cambiar un poco de tema, y, aunque suene a discurso de película navideña, también pensar que cualquier cosa buena puede suceder.

Siempre ilusiona terminar un año y comenzar el otro. Y uso la palabra “ilusión” en su mejor sentido: la sana emoción. Eso no descarta que, también se pueda usar en el otro, en el negativo: la apariencia, el engaño. Es, ciertamente, una polisemia muy sutil y peligrosa.

Solamente le recomiendo que si siente que en enero del próximo año percibe que no mucho ha cambiado, piense que por lo menos, cada día que pasa, es un día menos que falta para llegar al final de la pandemia.

La Navidad es, sin duda, una época hermosa. Esta, como casi todo lo sucedido este año, será especial. Nos tocará vivirlo en la distancia, con algunas reglas que no siempre son cómodas, pero en este momento no hay otro pasaporte más seguro hacia el bienestar que ese. Y como posiblemente luego me embargarán otros temas: ¡Feliz Navidad y próspero 2021! Así de adelantado.