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Se sigue evaluando la mediocridad

Eran dos gemelitos, estudiaban en una escuela de una comunidad cercana a Tegucigalpa, en la misma donde yo hice mis primeros años de la educación básica, era su último año de la primaria. Les pedí que me dijeran las tablas de multiplicar, no las sabían, luego les dije que les daba un mes para que se las aprendieran, al cabo de ese tiempo, si lo hacían, les daría un premio. No los volví a ver, se perdieron.

Hasta hace un tiempo se criticaba la educación tradicional por ser memorista, se aprendía con la misma lentitud de las innovaciones tecnológicas, era una educación centrada en el libro, la pizarra y el maestro; ahora eso ha cambiado y los burócratas de la educación nos hablan del aprendizaje para la competencia, bajo el entendido que todo se mueve en una velocidad que obliga al aprendizaje constante, ningún conocimiento es para siempre, se rezaga el que cree que con lo aprendido se puede resolver problemas para toda la vida.

Pero algo está ocurriendo, sucede que en la práctica no se da ni lo uno ni lo otro, cada día somos menos memoristas, los estudiantes no se sienten motivados, esto tiene que ver con un mercado laboral cada día más excluyente, hay más oferta profesional que demanda. Eso hace que haya desempleo y salarios bajos en profesiones que antes eran ocupados en la producción de bienes materiales y de servicios. Otro elemento que conspira con el bajo nivel educativo es la enorme politización que predomina en la selección de las personas que van a ocupar un puesto laboral en la administración pública, vale más una recomendación que las buenas notas que una persona obtenga en un examen. Lo mismo, los profesores compensan sus bajos salarios con actividades en varios centros o reduciendo la intensidad y la calidad del mismo. Es un desgano para enseñar y estudiar que se alimenta y reproduce entre estudiante y profesor.

Los graduados de los distintos niveles educativos, en general, muestran una pésima formación; cuando se someten a una evaluación, fuera de los exámenes que les sirvieron para hacerse acreedores de un diploma o título, tienen resultados negativos. Hay muchas quejas de los ejecutivos de las empresas y de los usuarios de los servicios que prestan los profesionales en distintas ramas del conocimiento. En el pasado concurso que se llevó a cabo para ocupar unas cinco mil plazas que hay disponibles para maestros, se presentaron alrededor de 22,000 profesionales y según los informes dados por las autoridades, un 89 por ciento salió aplazado.

La situación es grave, pero no es un tema exclusivo de Honduras, en los países de América Latina con mayor puntuación en la educación como Costa Rica y Uruguay, ya se está hablando de la obsolescencia del sistema educativo. Es una paradoja que en nuestros países el mismo sistema que forma a los jóvenes sea el mismo que los excluye por falta de oportunidades ocupacionales o por un sistema de evaluación para entrar el mundo del trabajo que no se corresponde con la formación obtenida en los centros de estudio. La brecha que separa nuestra educación con lo que pasa en la actividad productiva cada día se vuelve más distante.