Columnistas

Autopsia para el poder

El 10 de junio de 2017 fue encontrada muerta Sherill Yubissa Hernández. “Es como si siempre hubiera alguien que quisiera matarte”.

La mujer fungía como jefa de la Agencia Técnica de Investigación Criminal (ATIC) en Copán, una joven de 29 años, que más tarde desataría un torbellino de dudas, corrupción y misterio en torno a su fallecimiento, ya trastocada y agitada en la marcha de los días por las mismas autoridades que evitan que se sepa los motivos oscuros de esta víctima de la impunidad.

La ATIC impidió que la Policía, los agentes del Ministerio Público (MP) y Medicina Forense ingresaran a la escena del crimen de forma arbitraria y al margen de la ley y al igual que, como si fuera un acto de circo; con la magia de los aplausos encantadores del MP, determinaron que la causa del asesinato había sido un “suicidio”.

Tenía dos marcas por debajo del mentón, lo cual sugiere que la mujer fue estrangulada por un experto en detener el suministro de oxígeno sin dejar hematomas. La sangre había desafiado la gravedad en lugar de fluir hacia la parte posterior de la cabeza, había escurrido hacia el frente de la blusa rosa del pijama y el celular había cambiado de lugar tres veces mientras se “investigaba” el suceso, hasta acabar en una jarra de agua. Parecía un escenario montado en los pasillos de un cine de poca monta.

“La mataron”. Así lo confirmó el dictamen de la autopsia, emitido el 24 de junio. La directora, Julissa Villanueva, fue definitiva: “La ATIC no debiera continuar en el caso, debería turnarlo a otro ente de investigación para que se vele por mayor transparencia y la ética profesional”.

A partir de ese duro episodio y rigor científico de la profesional forense, se desató una persecución con audiencias de descargo en todo momento y vigilancia permanente, con cámaras de seguridad a fin de monitorear lo que hacían o no hacían el equipo y la titular en ese entonces de la dirección de medicina forense. La Dra. Julissa Villanueva y su equipo recibieron múltiples advertencias de que la ATIC tenía un dispositivo de sicarios a su disposición.

Pues bien, los asesinos en forma administrativa llegaron a su punto de quiebra y fue despedida de su plaza como miembro de la unidad de Medicina Forense del MP, Julissa Villanueva, por “extralimitarse en sus funciones en su cargo y cometer falta grave dentro del órgano investigativo”. Dice el comunicado de sus perseguidores.

“La autoridad le apostó a la ineptitud, a la falta de operatividad, a silenciarme, a despedirme y eso va a tener una consecuencia legal”, con una demanda internacional para “evidenciar el atropello”, dijo con firmeza la Dra. Villanueva y remató que llevará a instancias internacionales el caso de la joven agente de la ATIC, Sherill Jubissa Hernández porque en Honduras “le han negado el derecho a la justicia” a ella y a muchos.

Un caso más de los miles que hay en esta nación, cruzados por la espada de la impunidad y el silencio de la complicidad de los altos mandos, que prefieren ser parte del crimen organizado tal como está en el informe de la autopsia de esta mujer, que más bien parece la del país, que ha sido acuchillado y descuartizado por las jaurías del poder, que esconde su inoperancia en el absoluto silencio de sus órganos macabros de la “investigación” policial.¿Seguiremos en el letargo?