Columnistas

Guillermo al olvido

a muerte es capaz de llevar a los grandes hombres por dos caminos, aunque suene paradójico, a la inmortalidad o al olvido más profundo. A Guillermo Anderson lo estamos llevando por el segundo camino. Tuve hace algunas semanas la oportunidad de preguntarle a un grupo de profesoras de primaria cuántas de ellas estaban utilizando en sus clases las canciones del cantautor hondureño.

La respuesta fue desesperanzadora. Ninguna. No es escuchar las canciones por escucharlas o por hacer un cliché con los artistas hondureños, es que las canciones de Guillermo Anderson en general y especialmente las que dirigió para niños tienen un valor único. Las canciones de las que les comento hablan de la fauna nacional, del cuidado de la naturaleza, del folclor hondureño y hasta de amor.

Percibo que los niños y jóvenes hondureños desconocen los animales que generalmente habitan en Honduras y están acostumbrados a leer cuentos, fábulas, poemas y escuchar canciones infantiles que hablan de animales y árboles que ni siquiera existen en nuestro país. En cambio, los temas de Anderson nos muestran lo más particular de nuestra cotidiana naturaleza. Tapires, olingos, tepezcuintles, chachalacas, tigrillos y guaras son solo algunas de las especies de las cuales nos habla en sus canciones y quiero resaltar que a nivel literario no aparecen en sus canciones con descuido o solo por hacer una lista para que suene “hondureño”, sino que cada uno está dispuesto de tal manera que suene lo más natural, mostrando además características de cada uno, acompañado, además, de ritmos que van en consonancia con el ser de cada especie.

Las canciones, sobre todo aquellas que están dirigidas a un público en general, hacen un gran uso del lenguaje poético, que a la vez es sencillo. Ideal para el conocimiento de las figuras literarias. Los mensajes son también actuales, con todo lo que ha estado sufriendo nuestro país con los incendios forestales, con la desaparición de algunas especies tanto de la flora como de la fauna.

Otros de los grandes “pecados”, además del olvido, que se ha cometido con la obra de Guillermo es que en vida fue una voz en el desierto, una guitarra solitaria, pues a pesar de su gran obra y del legado que nos dejó, parece que no dejó escuela, al menos en apariencia, porque no han aparecido, o por lo menos no se han difundido artistas de su misma naturaleza, lo que ha hecho mucho más fácil su olvido.

Aunque hemos de admitir que alcanzar a una estrella ubicada a tal altura siempre es muy difícil.

Porque no basta hablar de Honduras y ya, se trata de haber de ella con la maestría con la que él lo hizo, con el mismo todo adecuado, con la misma calidad literaria.

Retomar sus creaciones no solo provocará que los niños y los jóvenes comiencen a escuchar cosas buenas de Honduras, dichas además de manera inmejorable, sino que incentivará e influenciará en el deseo de crear y en las creaciones de aquellos que tengan una vocación de artista, ya sea en el mundo de la música o en el campo de las letras.

Demos a los niños y los jóvenes la oportunidad de escuchar y crear en su imaginación imágenes hermosas del país, no solamente lo duro que se escucha en las noticias y que se comenta en las calles. Además, Guillermo Anderson en vida se ganó su lugar para siempre en la memoria de los hondureños.