Columnistas

La edad de piedra

El régimen azul que gangrena al país ––la cangrena es un morado sucio de rojo y azul–– es consciente, a plenitud, de que arriban sus días finales. Nadie asegura que será una apoteosis donde el pueblo conquiste la calle y exija la dimisión del dictador, sino más probablemente un desgaste público, interno y ante el mundo tan bestial, humillante y vergonzoso, como consecuencia de las pruebas de complicidad en narcotráfico que ya anuncia la fiscalía norteamericana, que no quede más a la banda cachureca que inventar un rito ceremonial, hoy sí de “sucesión presidencial”, que deje intacto al vicio generando apariencia de limpieza y honestidad. Farsa teatral, espectáculo de distracción que conserve íntegra la estructura de corrupción para, a la vez, dar imagen de avance. Como cuando la declaración de independencia en Guatemala, hace 200 años, donde todo y nada cambia, los mismos se aprestan a volver a gobernar.

El daño que este particular grupo mafioso político causa al país es inmensurable. Jamás había sufrido la república ataques tan vastos y severos de apropiación indebida del Estado y abuso de sus activos materiales y naturales: lo que estos bárbaros roban pudo servir para afirmar la supervivencia del ciudadano por el resto del siglo ––salir de pobrezas y miserias–– así como su aseguro de inserción justa y democrática en el porvenir. Noruega consultó en 1988: “qué haremos con tanto dinero que ingresará por venta de petróleo” y creó el fondo de pensiones más integral conocido por la especie humana hasta el año 2093. El presidente Lobo entregó a British Petroleum, sin licitación internacional, la explotación de ese mismo recurso en Honduras a cambio de limosnas… Los dioses no maldicen, es imaginación teológica. El hombre sí y con derecho hasta la cuarta
generación. Malditos, pues.

Policías y jóvenes se enfrentan en la calle con piedras ––bajo cierta dureza que parece convenida pues los chepos retroceden hoy más que ayer––; volvemos a la era diluviana. Pero no será por siempre ya que entre más ahogo sienta el régimen morado, entre más presión le apliquen la ciudadanía y el orbe, intensificará la represión e incluso el asesinato selectivo. Alerta, compa, a los síntomas: más encapuchados y autos sin placas ni identificación, operaciones nocturnas y seguimiento de líderes, incremento en los volúmenes de vigilancia incluso declarada y descarada, sobornos y garrote, chantaje y extorsión, amenazas y secuestro.

Con todo será imposible contener la tormenta que viene, a la que no convoca el pueblo sino el ente de justicia más independiente y autónomo del planeta, el de EUA, ajeno a la política presidencial norteamericana y la volubilidad cínica del Departamento de Estado. Cuanto deba saberse se sabrá, será indetenible e innegociable a partir de Octubre, tras que se devele el vaciado telefónico del hermano del presidente, donde sin duda aparecerá él, veremos en qué condición. Entra entonces la crisis a conclusiva etapa, ojalá final. Mientras tanto avanza la semiótica pública: las pancartas ya no son “fuera JOH” sino “muera JOH”, cambio trascendente de actitud. Para allá vamos, afortunadamente con esperanza, energía y valor. Tratándose de la patria nadie puede alegar derecho a rendirse.