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Aprender a desconectar

n estudiante mencionó con toda sencillez, delante de toda la clase, que su teléfono celular le indicaba la estadística de uso de siete horas diarias. Casi una jornada laboral completa delante de la pantalla, pensé.

Después de esta confesión fortuita, me di a la tarea de preguntar a otros jóvenes cuánto era el tiempo promedio que se sumergían en el mundo virtual. Alguno incluso mencionó haber llegado en una semana a las ocho horas diarias. Luego extendí mis preguntas a ¿qué aplicaciones usa?, ¿en qué momento?, ¿lo saben sus padres?

Obtuve una información valiosa que dio ocasión para muchas conversaciones interesantes. En algunos casos, resultó que el celular, como si se tratase de una droga, es un refugio que explica bajos rendimientos académicos, el deseo excesivo de llamar la atención o las dificultades para relacionarse con sus amigos en el mundo real, y hasta el desánimo por ser ignorados o desatendidos por sus padres. Un adolescente arrepentido por el bajo resultado en una materia me decía que su vida cambiaría para mejor si no dedicara tanto tiempo a YouTube o Instagram.

Pensé que sería lógico que los maestros y padres de familia tuviéramos estas conversaciones más a menudo con los jóvenes. No es que la tecnología sea mala, todo lo contrario, nos facilita tantas tareas necesarias. El asunto es ayudar a usarla con medida y de acuerdo con una finalidad razonable.

¿Qué efecto puede tener el uso excesivo del teléfono celular? Una primera respuesta puede ser el cansancio excesivo que veo en tantos jóvenes.

No solo por el estado de alerta constante que produce estar pendiente de si alguno de los cientos de contactos posteó algo interesante en una red social, sino también porque con frecuencia, se dedica incluso las horas de la noche a estar navegando en videos o descubriendo la última travesura que se le ocurrió al compañero.

En diversas ocasiones leí que los hijos de los principales directores de Silicon Valley tienen a sus hijos en escuelas que no usan la tecnología como principal recurso. Según estos expertos, es necesario que los jóvenes desarrollen ciertas habilidades que no se consiguen en el mundo virtual.

Hablaba de la concentración y de la capacidad de trabajar bien. Pero también existen otras como aprender a relacionarse con otras personas o la creatividad que requieren de virtudes que se consiguen única y exclusivamente en el mundo real.

La tecnología no es mala. Sin embargo, hemos de aprender a desconectar en determinados tiempos para dedicarnos a tareas que requieren de toda nuestra atención. En ciertas circunstancias poner el teléfono en “modo avión” puede ser la medida necesaria para no interrumpir una conversación necesaria en familia. Es tan fuerte su presencia perturbadora que a veces hasta el dejarlo en otro lugar, en tiempos determinados, puede brindar la paz tan necesaria en el hogar.