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¿Y si nos hacemos los suecos?

Deja una irreprochable sensación de extrañeza leer las condiciones austeras de los diputados en Suecia; es inevitable contrastarlo con un Congreso Nacional nuestro que desconfiamos, y que una mayoría incontestable juzga incompetente, movidoso, egoísta, amañado, y sobre todo, despilfarrador.

Contrastamos, en 2017, el PIB de Honduras fue de 23 mil millones de dólares, el de Suecia de 538 mil millones. Son muy ricos y nosotros muy pobres.

Tampoco son república, tienen un rey, pero ni siquiera podemos enseñarles democracia, porque la nuestra es una calamidad y la suya un ejemplo mundial.

Tienen empresas poderosas, y sindicatos que exigen salarios y abominan la explotación; sobre la propiedad privada se impone un modelo colectivista, la propiedad de todos, a los capitalistas les suena subversivo. Aquí les harían las cruces, son los mayores ateos en Europa, y más de la mitad no tiene religión.

Sobra historia para que, tan vikingos y todo, tengan altísimo nivel de vida, y aquí tan creyentes y democráticos, una insoportable pobreza.

El Parlamento sueco solo tiene tres carros, Volvo, cómo no, y su presidente usa uno solo en eventos oficiales, sin escoltas y ametralladoras.

Ni su esposa, hijos, sobrinas o nueras, llevan guardaespaldas y transporte blindado
del Estado.

El único político con derecho a carro permanente es el primer ministro.

Cada diputado recibe una boleta para el bus o metro, nada de taxi.

No hay comida ni café gratis en las sesiones. No tienen secretarias, asistentes ni asesores, si necesitan un experto en algún tema, lo paga su partido.

Los que no son de Estocolmo, usan los mini apartamentos oficiales, con muebles
económicos de IKEA.

Si viviera con su esposa o hijos, pagaría parte del alquiler. Hay una lavandería comunitaria en el sótano y cada quien asea su piso.

Gana 7,200 dólares (66,900 coronas o 176, 000 lempiras), allá no es exagerado, un profesional universitario cobra 5 mil dólares, un maestro de primaria 3,700.

Les preguntan que, sin prerrogativas, por qué se postulan para diputados, dicen que el privilegio es representar al pueblo y tomar decisiones importantes.

Aquí fruncirían el ceño.

Aquí los diputados ganan 90 mil lempiras (hasta 6 veces más que un profesional universitario), los directivos ¡puf!, otros 40 mil para transporte, y 40 mil bimensuales para contribuciones, la amenaza del millonario fondo departamental, seguro médico internacional, incluida esposa e hijos.

Negocios subterráneos, decretos dirigidos, mina fabulosa.

Y se hacen los suecos, los desentendidos, pero que también se hagan suecos en austeridad, como la realidad del hondureño.

También hay honorables diputados, pero al contarlos, siempre nos sobran dedos.