Columnistas

Las reformas indispensables

En el ir y venir de los últimos tiempos, ha retornado a las primeras planas de diarios y los distintos espacios de opinión pública la necesidad de llevar a cabo reformas a las reglas del juego electoral.

Aunque a veces no se entiendan del todo bien, actores políticos y sociales diversos, así como ciudadanos más o menos informados, opinan por doquier sobre la conveniencia de modificar procedimientos ya existentes, introducir nuevas figuras y deconstruir las instituciones creadas para su administración y la resolución de controversias. ¡Enhorabuena por ello! Es positivo para el país que se haya iniciado -nuevamente- un debate sobre este tema esencial para la gobernabilidad nacional, independientemente de la polarización, descalificación e incertidumbres imperantes.

Ya han aflorado posturas variopintas, tantas como partidos y sectores interesados existen. Ajenos de memoria histórica, más de uno presenta propuestas “innovadoras” que ya fueron sugeridas (y rechazadas) en el pasado, otros invocan con aire mesiánico soluciones milagrosas a todos los problemas políticos nacionales y regionales, copiadas unas veces a calca de otros países y otras bañadas de dudosa originalidad, acompañadas de inexcusable ingenuidad, fino cálculo o excepcional prestancia. Cual mercado de pulgas, aparecen los tesoros heredados de los abuelos -que se intentan vender o trocar, aunque ya no valgan más que sentimentalmente-, también los utensilios caros que se adquirieron a las carreras y sin mucho pensar, bajo influencia de ofertas y hábiles vendedores, además de todos aquellos regalos de poca monta y venidos sin querer, que ya nadie quiere conservar porque estorban. Entre los “comerciantes” hay experimentados y jugados en el juego de la oferta-demanda, otros deseosos de aprender haciendo, sin que falten los que están ahí sabiendo poco y obligados por las circunstancias, todos ellos atendiendo una clientela llena de esperanzas en medio de sus muchas dudas.

Aunque el menú ha sido publicitado (nuevos órganos electorales y de registro, composición de estos y de las mesas electorales receptoras, redistribución de distritos electorales, segunda vuelta o balotaje, reelección y hasta nuevo pacto constitucional, por mencionar las más citadas), pocos o nadie dirán que entre las reformas indispensables que demanda la población -para la tranquilidad general- se encuentra una que es la menos ofrecida en ese imaginario “bazar”, la más difícil de lograr y que debe estar incluida explícitamente para que las “transacciones finales” prevengan nuevas, mayores y más trágicas crisis: nos referimos a la recuperación de la confianza común en las instituciones, sus conductores y sus acciones.

Tal y como ocurre en nuestras finales de fútbol, aún existiendo un reglamento aceptado por todos antes de iniciar el partido, se desconfía del árbitro y, al concluir, no se aceptan sus decisiones, se le descalifica... y entonces se piden árbitros extranjeros, “más confiables”. En la próxima entrega comentaré algunas lecciones aprendidas en la tarea de lograr buen crédito electoral ahí donde antes ha faltado.