Columnistas

Implacable en las cosas pequeñas

Recuerdo cuando me contaron la táctica del alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, a principios de la década de los noventa para contrarrestar la criminalidad en su ciudad.

¿Qué haría usted si le encargaran detener miles de delitos cometidos a diario en una ciudad de millones de habitantes? Tal vez la idea lógica sería iniciar arrestando a los infractores de los delitos más grandes y llamativos. Sin embargo, lo que hizo el alcalde de Nueva York fue todo lo contrario. Inició arrestando a todos los limpiaparabrisas apostados en los semáforos que intimidaban a los conductores cometiendo a veces pequeñas infracciones. De esta forma se enviaba un mensaje claro. Cuando la ciudad y la policía dejaron que “las cosas pequeñas les quitaran el sueño”, la ofensiva empezó a reducir la criminalidad en general, desde el tráfico de drogas hasta los homicidios. Cuando comenzaron a ser implacables en el cuidado de los casos menudos, los casos grandes disminuyeron.

En mi artículo anterior comenté el reto personal del 2019; escribir un artículo diario sobre virtudes. No conozco mejor táctica para mejorar en virtudes que poner mucha atención al cuidado de las cosas pequeñas, por amor. Si nos acostumbramos a detenernos a recoger un pequeño papel en el suelo, o a limpiar un cenicero cuando está sucio, o a cerrar una ventana cuando está golpeando por el viento, por poner solo unos ejemplos, se nos abre un inmenso panorama de pequeñas acciones que nos van educando en el orden, la limpieza, la constancia o la fortaleza, solo por mencionar algunas virtudes. En primer lugar, porque estar atento a las cosas pequeñas nos facilita comenzar a ver posibles puntos a cuidar y en segundo lugar porque haciéndolo tendremos cientos de oportunidades diarias para hacer acciones buenas que ejercitan la voluntad y luego repercuten directamente en nuestra calidad como personas.

Recuerdo otra historia de hace años, también en Nueva York. Hicieron un experimento en una zona descuidada y sucia del Bronx. Repararon completamente un edificio cubierto de cristales. Al inicio las ventanas rotas y manchadas no contrastaban con la calle sucia y llena de basura. Después de las reparaciones, el edificio reluciente era un blanco perfecto para que los vándalos de la zona lanzaran piedras y rompieran las ventanas. Después de la primera noche, aparecieron en efecto algunas ventanas rotas y paredes manchadas. Los autores del experimento hicieron de inmediato las reparaciones para dejar de nuevo el edificio en óptimas condiciones. La noche siguiente rompieron algunas ventanas, aunque esta vez menos. Repitieron la operación de reparaciones por unos días más hasta que sucedió que los vecinos de aquella edificación se acostumbraron a verlo sin una sola mancha ni desperfecto.

Cuidar las cosas pequeñas tiene también un mensaje educativo. Cuando nos acostumbramos a ver las cosas en orden y bien puestas, en cuanto ocurre un desperfecto nos molesta y acudimos a repararlo de inmediato.

Esta táctica es válida en cualquier campo de nuestra vida. Desde adquirir una virtud, eliminar un vicio, pasando por revertir una situación generalizada de desorden, hasta darle la vuelta a un país que parece estar sumergido en la corrupción y la violencia. Basta abrir los ojos, estar atentos y declarar la guerra implacable en las cosas pequeñas. De esta forma se produce una cultura que tiene a la calidad como consecuencia natural. “Cuida los centavos y los millones se cuidarán solos”, dice el refrán popular. Cuidar las aparentes menudencias ejerce una labor preventiva para que no se presenten luego las situaciones grandes. Y si se presentan, estemos preparados.