La logomaquia es una práctica muy frecuente entre nuestros políticos en los tiempos que corren, y es que razón no les falta.
Casi todos en sus discursos hacen uso de la logomaquia, es decir, hablan por hablar, deteniéndose en la forma, sin llegar nunca al fondo de la cuestión.
Logomaquia: del griego logos, palabra, y mache, lucha. Es la simple disputa de palabras sin atender a lo que ellas expresan. Es la lucha verbal entablada sin la necesaria referencia, por los contendientes, al sentido de las palabras empleadas. Verdaderamente, muchas discusiones tenidas por filosóficas no son sino lamentables logomaquias debido a la falta de información de los opositores. Bien o mal, la oposición hace su trabajo de mantener los ojos abiertos y los oídos despiertos de los hondureños, sobre los que tienen en sus manos el bien público. Así funcionan, o deben funcionar las cosas en una democracia; pero es deber del gobierno respetar y hacer respetar las prioridades; y cualquiera entiende que este quehacer de la paz está por encima de las pequeñas discordias personales. Una cosa es que los grupos políticos equivoquen su valoración de los temas, y otra que el gobierno olvide el interés supremo de los hondureños, para atender como primer asunto la disputa opositora.
Un examen de prioridades deja al descubierto una sobrevaloración de los intereses de un grupo político, o de las susceptibilidades del gobierno de Hernández.
Ni lo uno ni lo otro puede sobreponerse a la tarea del momento, que es el logro de consolidar un nuevo gobierno con sus desafíos consiguientes, que equivalen, ni más ni menos, a la reconstrucción de un país deteriorado por más de 20 años de estar a la deriva.
La inusual palabra logomaquia alude a las batallas verbales entre el gobierno Hernández, oposición y los personajes ligados al narcotráfico. Es incomprensible ver a los “ministros” y al propio Presidente trenzados en una batalla verbal queriendo opacar las declaraciones que se están rindiendo en la tierra del “Tío Sam”.